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Los guiños de la memoria

Mientras el Parlamento aprobaba la Ley de Educación de Andalucía, en el Alcázar Juan Ortiz Villalba resolvía un enigma con el que me encontraba todos los días entre la parada de mi autobús y el kiosko de prensa.

el 14 sep 2009 / 20:33 h.

Mientras el Parlamento aprobaba la Ley de Educación de Andalucía, en el Alcázar Juan Ortiz Villalba resolvía un enigma con el que me encontraba todos los días entre la parada de mi autobús y el kiosko de prensa. Yendo por la nueva calle que han dedicado al abuelo de Carmen Sevilla el transeúnte desemboca en la calle Castilla a la altura de una casa de viviendas recién restaurada en cuya fachada se ha conservado un azulejo cuyo texto recomienda no hacer daño a los animales con lenguaje cívico, sin referencias a premios divinos, como hace el del colegio San Isidoro, en la calle Mateos Gagos.

Es, sin duda, un testigo de las cincuenta escuelas que la II República abrió en casas arrendadas por falta de otros locales y que el primer alcalde del Movimiento Nacional, Ramón de Carranza, cerró en el curso 1936-37 argumentando que costaban mucho dinero. Comenzaba el largo peregrinar de muchos niños por las clases de aquellos "maestros particulares" a los que había que dejar cuanto antes porque se resentía la economía doméstica. ¿Alguien podría afirmar que todo aquello no tiene relación con los niveles actuales de cultura? Una prueba: no debe ser muy alto el de quien, al rotular la calle del progenitor de la tonadillera, la ha llamado "Cecilio de Triana", sin saber que José García Rufino firmaba como "Don Cecilio". Ha apeado el tratamiento a un seudónimo. Ay, la cultura.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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