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Los hosteleros de Triana confían en que la afluencia de público en la Velá anime la caja

Los bares situados más cerca del escenario del Altozano son los que tienen mayores expectativas mientras que los de Betis se quejan de pérdidas al tener que retirar sus terrazas.

el 07 jul 2014 / 13:00 h.

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Curiosamente no son los bares y restaurantes de la mismísima calle Betis, epicentro de la Velá de Triana, los que se frotan las manos ante la proximidad de la misma. Unos porque el montaje de las casetas les obliga a retirar las terrazas y ello repercute negativamente en su negocio, otros porque su público es más turista del que se sienta en una mesa para disfrutar de las vistas y en la Velá se come «más rápido» y «de raciones». Sin embargo, quienes sí reconocen que hacen su particular agosto adelantado a finales de julio son los más cercanos al escenario que se instala en el Altozano y que acoge las actuaciones estelares. Con todo, la mayoría admite que el hecho de que haya más público en las calles es, en general bueno, aunque haya también incomodidades como la obligación de dejar utilizar sus servicios, aunque no sean clientes de su establecimiento, cuando los de las casetas no los habilitan. PINTANDO LA FACHADA RIO TRIANAEn Triana no se nota aún el ambiente de Velá. Precisamente para minimizar el daño a los restaurantes y bares que cuentan con veladores en la calle Betis, el montaje de las casetas no comienza hasta una semana antes de la feria. Ayer al mediodía, la zona estaba tranquila. No es temporada alta turística en la ciudad y el consumo local aún no se ha recuperado de la crisis. El único anuncio de que se acercan los días señalaítos es el blanco resplandor que luce la zapata, encalada por el Ayuntamiento dentro de los trabajos de conservación propios de este muro de contención del río. En el primer fin de semana oficial de rebajas, algunas tiendas de la calle San Jacinto permanecían abiertas, especialmente las zapaterías, como Mary Paz, donde reconocían que durante la Velá «entra más gente porque esto se llena» aunque al acudir a los libros de registros las propias dependientas descubrían con cierta sorpresa que, en realidad, las ventas del año pasado durante la semana de la Velá fueron «más o menos las mismas» que habitualmente, al menos en 2013. Más allá de los comercios quienes sí viven con expectación la fiesta grande de Triana son los hosteleros. En la cervecería Akela, junto al Altozano, Juan Amaya reconoce que son unas «fechas muy buenas» en las que se llega a «triplicar» la caja, hasta el punto de que duplican la plantilla de camareros para atender la barra y las mesas. «Normalmente somos tres y metemos a dos o tres más para ayudar esos días», dice. El primer día es tranquilo y «se suele animar a partir del segundo». Eso sí, todo el ambiente se concentra entre las 21.00 de la noche y la 1.00 de la madrugada, justo cuando comienzan las actuaciones en el escenario. Desde el mismísimo Altozano, el encargado de El Faro de Triana, Óscar Díez, también señala que sobre todo el fin de semana de la Velá aumenta la afluencia de público. «Antes era todos los días pero desde la crisis entre semana está más tranquilo», alega. En el caso de este emblemático establecimiento que da la bienvenida al arrabal desde lo alto del puente de Triana, no contratan a gente porque los veladores que tienen en el inicio de la calle Betis son retirados, por lo que el aumento de clientes que pueden tener en el interior lo pueden asumir con los mismos ocho camareros que ya no tienen que atender tantas mesas. Una situación distinta es la que viven locales de la calle Betis que apenas tienen sitio en el interior para la cocina y una pequeña barra y atienden sobre todo en la terraza, como es el caso de El Mirador de Triana. Su responsable, Pedro Guerra, dice que para ellos la Velá no solo no supone más negocio sino menos porque «no podemos poner la terraza y dejamos de servir comida, solo sacamos una barra para bebida. No solo no nos beneficia sino que nos perjudica ya que nuestro cliente es fundamentalmente turista y desde una semana antes empiezan a montar las casetas y nos quitan las mesas». Algo parecido ocurre en La Cucaña de Triana. Pese a un nombre tan vinculado a la Velá, José Luis Crespo también se queja de que la retirada de las mesas supone una merma, si bien reconoce que la mayor afluencia de público que llega al barrio se deja notar en la caja. «Al menos un 35 o 40% más de negocio se hace», dice, entre críticas de una de sus empleadas por el tema de los servicios. «Las casetas no los habilitan y a nosotros la Policía nos obliga a dejar pasar», dice. Y ya en otro emblemático local, el Kiosco de las Flores, Lorenzo Sayago reconoce que su público es distinto al que va a la Velá. «Entra más gente pero la caja es la misma porque toman unas raciones de forma rápida», dice, frente a sus clientes habituales que se sientan a una comida más relajada. Con todo rompe una lanza por la promoción de la fiesta y la atractiva programación que hace el distrito.

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