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Los indignados desoyen la prohibición y hacen suya la Encarnación

Unas seis mil personas acudieron ayer a la concentración convocada en las setas. Los acampados retaron la prohibición de la Junta Electoral y permanecieron en la Encarnación.

el 20 may 2011 / 09:37 h.

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Una heterogénea masa de indignados sin banderas llenó ayer las escalinatas de las setas de la Encarnación.

Más de seis mil gargantas se unieron en un grito unánime contra la desesperación mientras las manos de todos ellos se alzaban hacia el cielo. Todas moviéndose a la vez para dejar claro que los ciudadanos "nos quedamos" en las setas, pese a la prohibición de la Junta Electoral Central . Eso sí, la consigna era clara: si la Policía aparece, nada de altercados. De hecho, a las doce en punto de la noche cesaron los cánticos y los acampados subieron las escalares de la seta para continuar allí su concentración pacífica.

Los sevillanos estaban convocados para concentrarse a las ocho de la tarde y a las nueve estaba prevista una asamblea del movimiento, pero eran las diez y nadie se movía de allí. La Encarnación, donde era imposible ver las escaleras de las setas, era un hervidero y un constante ir y venir de gente. Jóvenes, mayores, pero también niños, bebés y hasta embarazadas se acercaron para dar su apoyo a este movimiento. Hasta el arquitecto de las setas, el alemán Jürgen Mayer, se ha interesado por el movimiento y hasta ha pedido fotos de la acampada.

"El pueblo unido jamás será vencido", "somos seis mil millones de personas en el mundo que queremos vivir en paz" o "el pueblo declara ilegal a la Junta Electoral" eran algunas de las consignas, ninguna insultante, que proclamaban los que se atrevía a gritar ante el micrófono. Y fueron muchos los que encontraron en este objeto una forma de desahogarse. Hombres y mujeres anónimos y desconocidos pero unidos por su "descontento" , explica Rubén, uno de los encargados de comunicación externa.

Y es que aunque este movimiento ciudadano no está liderado por ningún grupo, sorprende la capacidad de organización, pues han convertido a las setas en una pequeña comunidad. Normas básicas de convivencia como no ingerir alcohol o no hacer ruido por las noches para que los vecinos puedan descansar. Limpieza, logística, todo está pensado, hasta la comida.

Un grupo se dedica a hacer los bocadillos que luego se reparten entre los acampados, aunque también reciben comidas de vecinos y sevillanos que acuden a echar una mano. "Una señora nos ha traído dos kilos y medio de macarrones y otra mujer nos ha traído diez tortillas", señala una de las chicas de cocina, cuando en ese momento aparece otro solidario con el movimiento. "Vengo de Sevilla Este, tengo 52 años, trabajo y buen sueldo. Soy un privilegiado, pero como ellos estoy indignado", afirma Manuel. Él ha acudido con su esposa y su hija Laura, de 22 años, que hasta ayer estaba acampada en Cádiz. "Allí somos menos gente, pero estamos en contacto con Sevilla. Como tenía que venir a votar aquí he decido unirme a la concentración", asegura esta estudiante. Junto a ella un chico explica a dos africanos por qué están allí: "somos un movimiento ciudadano que no está liderado por políticos".


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