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Los insurgentes contra el aborto

En esta España, con su paisanaje siempre airado, no hay forma de dar un paso adelante sin que te empujen hacia atrás los insurgentes ¡Que difícil es vivir una vida civil razonable sin que te metan el dedo en el ojo los propietarios de las verdades absolutas!...

el 16 sep 2009 / 00:29 h.

En esta España, con su paisanaje siempre airado, no hay forma de dar un paso adelante sin que te empujen hacia atrás los insurgentes ¡Que difícil es vivir una vida civil razonable sin que te metan el dedo en el ojo los propietarios de las verdades absolutas!

Si uno se pone razonable y comprensivo resulta fácil convivir con los que su código moral es eminentemente religioso. Los adoradores del Libro incluso los seguidores del gobierno episcopal deben ser como cualquiera, los hay buenos y malos. Pero cuando la Iglesia, esos ancianos célibes que la gobiernan y los ciudadanos elevan voces callejeras para alabar a santos y vírgenes como si fuese lo único que mueve al mundo, empieza uno a sentirse incómodo. Admitamos por razones temporales o espirituales que la religión católica tome la calle en procesiones de Semana Santa, Corpus y demás patronas.

No voy a ofender a sus seguidores diciendo que tiene su estética. Aceptemos que es una celebración mística que convive con la sociedad civil, laica, aconfesional o agnóstica más por razones históricas que por otra cosa. No quiero ofender echando mano del argumento del fetichismo.

Pero cada vez que leo a un místico de menor cuantía arrobarse con las celebraciones religiosas que entran en trance, en una especie de estado del alma caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la suspensión del ejercicio de los sentidos (según la R.A.E.) me entra un cansancio enorme. Como si tuviera yo que cargar con la España irredenta e intransigente. No puedo evitar ver la imagen de Franco entrando bajo palio en las catedrales o a mis hermanas con su velito y sus faldas recatadas, exigidas para entrar en la iglesia. Me siento de otro mundo cuando oigo a los que no se plantean la hipótesis de que Dios no exista y a los que ni se plantean que pueda molestar la presencia arrogante de la religión ocupando la calle. Ni a los que no conciben que esta ostentación de sus creencias presionando a los legisladores y a los ciudadanos en general sea un anacronismo, por ser suave. Pero estos antiabortistas son unos insurgentes irracionales ¡A estas alturas!

Abogado

crosadoc@gmail.com

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