75 traviesos monaguillos revolucionaron ayer la calle Feria a la salida de Los Javieres. Con caramelos, estampitas, de la mano de sus padres y hasta con el chupe. "Así los entrenamos para que luego salgan de nazarenos", bromeaba uno de los hermanos.
Este es el caso de Julio Díaz. Ayer estrenó su último traje de monaguillo ya que el año que viene tendrá que desfilar de negro ruán. "Según las reglas de la hermandad, cuando los niños cumplen diez años y hacen la comunión tienen que salir de nazarenos", explica Paqui, su madre. De este modo, dejará de acompañar a su primo Jaime, de cuatro años, al que le ha cedido su hábito hecho con los encajes del batón de cristiandad.
También de gala cuatro bomberos precedieron al Cristo de las Almas, que empezó a moverse en el templo a las cinco menos veinte de la tarde. Frente a él, el Carmen Doloroso vigilaba el característico paso racheao con que el Crucificado avanzaba hasta la puerta del Omnium Sanctorum. Llegó la tensión. "Zancos fuera y cuerpo a tierra", llamaba Rafael Díaz, el capataz. Y es que la angostura del muro hizo que la manigueta derecha rozara con el quicio. Pero siguió elegante con un paso racheao que hacía zimbrear la rampa.
La levantá fue por la memoria de Pepe Lacalle, hermano fundador de la hermandad y fiscal durante años. Ya en la calle, el único sonido llegaba desde un balcón de la calle Feria, esquina Peris Mencheta. donde un joven se arrancó con una saeta. La primera de la tarde, porque a pocos metros, ya enfilada la calle Feria, se entonó la segunda desde otro balcón. En el interior del templo, mientras tanto, los diputados continuaban ordenando a los nazarenos.
Veinte minutos después, se alzó la voz del segundo capataz, el segundo Rafael Díaz de la jornada. "Oído miarma. Por una hermana de 19 años que ha tenido un accidente de tráfico y está malita. Vamos a rezar por ella a ver si la Virgen de Gracia y Amparo puede hacer que el año que viene esté aquí con nosotros", espetó, al tiempo que cedía el martillo al hermano de la joven, que hizo la llamá. La emoción continuó hasta el dintel de la puerta, donde todos los costaleros se echaron al palio. Los que estaban debajo, de rodillas. Y el relevo, agarrado a las zambranas para ayudar a los compañeros. Seguidamente, se escucharon los primeros sones de Llena eres de gracia, interpretados por la Asociación Filarmónica de Julián Cerdán. Y las campanas desde lo alto del Omnium Sanctorum. Eran las cinco de la tarde.