Puede parecer que después de una campaña electoral preñada de ideas los partidos llegan al Gobierno con ansias de poner en marcha sus grandes proyectos, que se le aturrullan en la cartera; que no ven el momento de llevarlos a la práctica y que la actividad municipal es, al inicio de los cambios de ciclo político, de una hiperactividad que asusta. Pero no. Los plenos municipales con los que se han iniciado los últimos mandatos en el Ayuntamiento de Sevilla a duras penas cumplían el expediente porque arrastraban contenidos del mandato anterior. Y no es tan extraño que la primera medida sea dar marcha atrás y revocar alguna de las iniciativas consideradas estrella por los predecesores.
La llegada del PP de Juan Ignacio Zoido a la Alcaldía , después de cuatro años de animadísima oposición a pie de barrio y de papelera, ha tenido como primera medida echar atrás un proyecto del Gobierno anterior, el Plan Centro , que restringía el acceso al casco histórico del tráfico privado no residente por el día. Los socialistas, desbancados del Gobierno a la oposición por la abrumadora mayoría absoluta de los populares, les reprocharían luego que no hubiesen dedicado esa jornada a aprobar alguna medida emblemática, de las que cambian la historia de la ciudad.
Pero nada hay nuevo bajo el sol: lo primero que hizo el PSOE de Monteseirín en 1999, tras acordar una alianza con los andalucistas que aupó de nuevo a los socialistas a la Alcaldía tras la etapa del PP, fue frenar la construcción del mastodóntico edificio que Rafael Moneo había diseñado en El Prado para acoger todos los servicios del Ayuntamiento, una idea de la alcaldesa Soledad Becerril anunciada a bombo y platillo.
Si Zoido dice ahora que el Plan Centro nunca funcionó, Monteseirín dijo entonces que destinar 4.978 millones de pesetas -casi 30 millones de euros- al edificio de Moneo no merecía la pena; anunció que los invertiría en los barrios de la ciudad. El arquitecto dijo que no pediría una indemnización por la no realización de su proyecto, aunque ya se le habían pagado 306 millones de pesetas -cerca de dos millones de euros- por su diseño. Pero la constructora a la que se le habían adjudicado las obras, Martín Casillas, sí reclamó ante los tribunales y terminó percibiendo una indemnización de seis millones de euros.
Zoido anuncia ahora una comisión de investigación para desvelar las supuestas irregularidades que atribuye al Plan Centro y sanear así las responsabilidades políticas. Que, de haberlas, también podría terminar pagando el Ayuntamiento.
La llegada del PSOE a la Alcaldía tuvo sin embargo un golpe de efecto que ensombreció todo lo demás: el mismo día que se firmó el pacto de Gobierno PSOE-PA se rubricó también al acuerdo con la Junta de Andalucía para comenzar las obras del Metro.
Eran otros tiempos, eso sí: las mayores preocupaciones eran la seguridad ciudadana y la sequía. Ese año, 1999, fue el más seco del siglo XX en Sevilla. Los pantanos estaban al 50% de su capacidad, el campo había perdido 200.000 millones de pesetas -más de mil millones de euros- e incluso Emasesa, la empresa municipal de agua, se planteaba coger agua del río si en otoño no llovía.
El recién llegado alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, quería paliar la escasez de agua con la construcción del pantano de Melonares, pero la decisión no sólo dependía de él sino de sus negociaciones con el gobierno de José María Aznar y su ministra del ramo, Isabel Tocino, que no estaba dispuesta a ceder ante las peticiones de financiación del alcalde sevillano. Quizá Zoido tenga que enfrentarse a las desavenencias con el gobierno de Zapatero o de la Junta, aunque no se sabe por cuánto tiempo. Las encuestas se inclinan a favor el PP pero el problema entonces podría ser otro: la austeridad impuesta en plena crisis.
Una de las primeras promesas de Monteseirín fue construir 15.000 viviendas que le llevaría tres mandatos ultimar y añadir a la Policía Local el mismo número mágico de agentes que todos los demás candidatos han repetido como un mantra: 300. Ya entonces se apuntaba a la descentralización en distritos policiales todavía no conseguida.
Y el Partido Andalucista prometió peatonalizar la Avenida, lo que luego lograría el PSOE.
No es difícil encontrar otros paralelismos en este paso del testigo de un partido a otro: el primer pleno de Monteseirín también fue polémico por los sueldos: el alcalde propuso subirlos un 30% para adaptarlos a la media de otras ciudades, pero el discurso encendido de la oposición hizo que, después de aprobarlo en el pleno, el alcalde anunciara que él mismo no se aplicaría esta subida. Tras el primer roce con los socios de gobierno y varios días de tira y afloja, cuando en el pleno siguiente se iba a ratificar la medida, el PSOE o, más bien, Monteseirín, dio marcha atrás por sorpresa. Tanto fue así que los concejales de la oposición del PP e IU se enteraron de la noticia por una nota que fue circulando por la bancada. La subida salarial no se aprobó en ese mandato ni en ninguno de los siguientes: Monteseirín dijo que no volvería a soportar la "demagogia" sobre este asunto. Los concejales permanecieron los doce años con los mismos salarios.
Y un parecido más. En su toma de posesión Monteseirín habló de uno de los temas estrellas del inicio de la era Zoido: el PGOU. El alcalde socialista dijo que revisaría el Plan General de Ordenación Urbana para crear "un modelo de ciudad del siglo XXI". Si Zoido se plantea ahora una remodelación del PGOU es, principalmente, por una oferta millonaria y exigente de Ikea, con la promesa de varios miles de empleos sobre la mesa. Aunque en 1999 otra gran empresa revoloteaba por Sevilla.
Se llamaba Trizec Hahn, era canadiense y anunció que iba a gestionar un centro comercial proyectado en Cartuja: Puerto Triana. Pero la idea no llegó a cuajar, en parte porque requería una inversión más alta de la que en principio se anunció y en parte porque necesitaban lo mismo que quiere ahora la multinacional sueca: una modificación, en este caso bastante amplia, del PGOU.
Distinto fue el arranque del último mandato de Monteseirín. El inicio del gobierno municipal en 2007 fue continuista, porque el reeditado pacto entre PSOE e IU trajo consigo el respaldo a proyectos estelares ya en marcha, como el Metrocentro, que se encontraba en pruebas y a punto de ponerse en uso; o los carriles bici, que acababa de sumar 11 kilómetros a su red, alcanzando los 77, para satisfacción de IU.
Pero quienes sí mostraron sus reparos a estas grandes obras fueron los más afectados por ellas: los vecinos. En las elecciones de 2007, el PP ganó en todas las zonas donde PSOE-IU pretendían dejar su huella: en la Alameda y Plaza Nueva, donde habían acabado las obras de remodelación; en la Encarnación, ya inmersa en la construcción del Metropol Parasol; en José Laguillo, donde ya se había inaugurado el parking; y en el Prado, donde Juan Ignacio Zoido había dado su mitin de cierre de campaña junto a Mariano Rajoy y había prometido que no permitiría que se construyera allí la biblioteca. Fue un golpe de efecto. Logró el 71,4% de los votos de las dos mesas instaladas en la estación.
Por aquel verano de 2007 se ultimaban los túneles del Metro, ya al 80% aunque con un considerable retraso acumulado, y la crisis no se olía ni de lejos: el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, acababa de anunciar la ayuda de 2.500 euros por el nacimiento de cada hijo y Monteseirín prometía en la campaña electoral el pleno empleo en la ciudad. Curiosamente, con la misma fórmula que ahora propone Zoido: facilitando las condiciones para que las empresas quieran asentarse en Sevilla.
Monteseirín también tuvo un gran proyecto en su último mandato, el Metropol Parasol. Quizá si se hubiera empezado más tarde, cuando la crisis ya arreciaba, o si Zoido hubiera llegado al Ayuntamiento cuando las setas sólo existían sobre el papel, como el edificio de Moneo, lo hubiera paralizado. Pero era tarde. Con lo que sí ha acabado ha sido con otro proyecto, casi una obsesión de Monteseirín y Torrijos: el Plan Centro, símbolo de su deseada ciudad verde y sostenible.
Ahora sólo falta ver si Zoido, como su antecesor, tiene un proyecto estrella y, sobre todo, cómo se las arregla para sacarlo adelante en estos tiempos de crisis.