Es un fenómeno tan nuevo que se mueve en un vacío legal una de las claves de su rápida proliferación y sin estudios científicos contundentes a su favor o en su contra. Pero los médicos de Atención Primaria advierten ya de que, mientras el efecto de las restricciones para fumar en espacios públicos ha sido clave en casi diez años desde la primera ley de 2005 (luego endurecida en 2010) ha bajado el tabaquismo cuatro puntos porcentuales y la fiscalidad es el principal factor disuasorio (de hecho el lema del Día Mundial sin Tabaco que se celebra hoy es este año Subir los impuestos del tabaco), no está probado que los cigarrillos electrónicos sean un método para dejar de fumar. De hecho, el debate sobre si son una solución o una nueva adicción centrará hoy una de las mesas redondas del Congreso de Medicina General y de Familia que se celebra en Sevilla. Y la coordinadora del grupo de tabaquismo de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (Semgf), Andrea Guerrero, advierten de que los atractivos colores y olores de los líquidos de estos cigarrillos electrónicos, el diseño de las boquillas y «el glamour» del que se ha rodeado el vapeo resultan «muy atrayentes para los adolescentes», por lo que estos dispositivos corren el riesgo de «servir de puerta de entrada a los jóvenes para iniciarse en el tabaco».
Precisamente, uno de los logros de los últimos años es el aumento de la edad media de inicio al consumo de tabaco que en Andalucía, donde el 24,6% de la población fuma a diario (y de ellos un 29,8% más de veinte cigarrillos al día) se sitúa en 17,1 años. Y Guerrero advierte de que el fenómeno de los cigarrillos electrónicos puede romper esa tendencia ya que, además del efecto llamado, puede «volver a normalizar el hecho de fumar o vapear», algo que las leyes antitabaco lograron eliminar al reducir los lugares en los que los jóvenes ven fumar.
Sobre la eficacia de los cigarrillos electrónicos como método para dejar de fumar, la coordinadora del grupo de tabaquismo de la Semgf es clara:«no hay evidencia científica» al respecto y al tratarse de un fenómeno nuevo irrumpieron por primera vez en EEUU en 2008 pero a España llegaron a finales de 2012 tras un intento sin éxito de introducir su venta en las farmacias en 2010, existen «pocos estudios y poco concluyentes ya que están hechos con pocos pacientes y con conflictos de intereses». Tampoco se puede afirmar, a su juicio, que sean totalmente inocuos ya que unos contienen nicotina, que es de por sí adictiva, además de disolventes, metales y sustancias como glicerina y propilenglicol «impresincidibles para el efecto vapor pero que no sabemos la repercusión de su acceso directo por las vías respiratorias». Además, debido al vacío legal existente y a la falta de controles, el contenido real de los líquidos no coincide siempre con el etiquetado, por lo que desde la sociedad de médicos de familia reclaman una regulación igual a la de los productos del trabajo «mientras los estudios científicos no demuestren que sea un método útil para dejar de fumar y pasen entonces a regularse como los fármacos».
Precisamente, cada vez son más los fumadores que acuden a los médicos de atención primaria para pedir ayuda para dejarlo. Según datos de la Consejería de Salud, en Andalucía en el primer trimestre de este año 22.500 personas han recibido intervención avanzada individual o grupal y en los centros de salud se ha ofrecido consejo sanitario a más de un millón de personas para dejar de fumar. Cada vez son más los que piden ayuda a su médico pero Guerrero reconoce que «hay un freno importante por el hecho de que tratamientos para dejarlo no estén financiados». Reclama que entren en la lista de fármacos subvencionados porque el tabaco «es la primera causa de muerte evitable» provoca un tercio de las muertes por cáncer y el coste sanitario de las enfermedades asociadas a éste es mucho mayor (el tabaco está detrás del 80% de los cánceres de pulmón, de un 31% de los trastornos cardiovasculares en hombres y un 7% de los de las mujeres), sin contar que el absentismo escolar de los fumadores es mayor que el de los no fumadores.