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Los muertos vivientes: sobreviviendo al apocalipsis

el 19 feb 2010 / 21:38 h.

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Imagínense por un momento la situación: despiertan en un hospital tremendamente desorientados. No saben dónde se encuentran. Como pueden, se visten y salen de su habitación. El lugar está desértico. No hay ningún médico a la vista y mucho menos alguna enfermera a la que pedirle explicaciones acerca de qué diantres está sucediendo.

Buscando una salida, se acerca a uno de los ascensores cercanos para descubrir con horror que cuando se abre, un cadáver cae a sus pies. Pero eso no es todo. Presa del pánico comienza a recorrer los pasillos del hospital hasta que, al abrir una puerta, se le muestra todo el horror de frente: el hospital (y el mundo entero)  está invadido por una horda interminable de muertos vivientes que se han dedicado  a alimentarse de humanos. Su siguiente pensamiento es salvar la vida como sea, e intentar llegar a su casa para poder rescatar a los suyos, dando lugar a un viaje que cambiará radicalmente su vida.

Así comenzaba en 2003 Los muertos vivientes (The walking dead en su versión original), una serie que ha sabido captar la atención de crítica y público hasta convertirse en una de las más seguidas en tierras yanquis al margen de aquéllas que se publican en DC o Marvel. El éxito que el título ha cosechado desde el principio (y que mantiene intacto tras siete años) ha venido desde el principio avalado por el buen hacer de Robert Kirkman (Invincible, El asombroso hombre lobo), un guionista que ha sabido cómo crear un universo propio de tremendo realismo partiendo de la nada, en el que no hay reglas escritas que no puedan ser cambiadas: no hay aquí personajes sagrados de ésos que mueren para resucitar después, y Kirkman no respeta a nadie (así que les recomiendo que no se encariñen con ningún personaje) en una acción que se ha caracterizado desde el primer día por saber alternar con brillantez una historia que avanza a golpe de páginas y páginas de magistrales diálogos con momentos puntuales en los que el verbo deja paso a secuencias capaces de dejar con la sangre helada al lector más pintado; todo ello reflejado por dos dibujantes cuya elección resulta tan adecuada como soberbio el trabajo que realizan, ya sea Tony Moore y su caricaturesco estilo inicial, ya Charlie Adlard desde el número siete hasta la actualiad.

Poco más hace falta decir de Los muertos vivientes salvo que la televisión norteamericana ha fijado sus miras en ellas con vistas a una próxima adaptación televisiva...contando estamos los días.

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