El duro comunicado de la Conferencia Episcopal que rechaza la técnica del diagnóstico genético preimplantatorio utilizada por el Hospital Virgen del Rocío deja a los obispos en una delicada situación al posicionarse en contra la inmensa mayoría de los católicos españoles. Este avance científico, liderado por la sanidad pública andaluza, ha permitido el nacimiento de Javier, un bebé libre de una grave enfermedad hereditaria que padece su hermano y con el que es compatible, tras ser seleccionado genéticamente. La sangre de su cordón umbilical servirá para hacer el trasplante que curará la anemia congénita severa que sufre Andrés, su hermano mayor, que no habría llegado a cumplir los 35 años de seguir en su estado actual. Aún así, la Iglesia critica que se hayan silenciado las "implicaciones morales" del proceso, aludiendo claramente a la "eliminación de embriones enfermos", lo que a juicio de los obispos somete la vida humana "a criterios de pura eficacia técnica, reduciendo la dignidad de la persona a un mero valor de utilidad". ¿Qué hay de esas implicaciones morales a la hora de salvar vidas? Los científicos coinciden al señalar que los embriones desechados son células que sólo adquieren la categoría humana tras ser implantadas en la madre. Dos comités de ética han analizado este caso, dando su aprobación. La pareja deseaba otro hijo, pero se resistía por temor a la enfermedad, lo que derriba cualquier teoría utilitarista. Con su actuación, los obispos dan la espalda a la ciencia, al progreso y, -quizá sea lo más grave- a la sociedad, que no aceptará trabas a la aplicación de avances científicos para salvar vidas. La coherencia de la Iglesia al rechazar el aborto se torna incoherencia al atacar, en definitiva, las técnicas de reproducción asistida que utilizan y apoyan miles de católicos españoles. Así, los obispos sólo conseguirán aislarse y alejar aún más la Iglesia de los ciudadanos y de la realidad.
