Cultura

Los paisajistas (casi) olvidados

Focus premia al pintor Fernández Lacomba por su tesis sobre el nacimiento del paisajismo moderno en España, en lo que Sevilla jugó un papel fundamental.

el 14 mar 2015 / 16:30 h.

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Barrón, el maestro andaluz romántico del paisaje, reflejó Sevilla de esta manera en su Vista del Guadalquivir, que cuelga en el Museo Carmen Thyssen de Málaga. / El Correo Barrón, el maestro andaluz romántico del paisaje, reflejó Sevilla de esta manera en su Vista del Guadalquivir, que cuelga en el Museo Carmen Thyssen de Málaga. / El Correo El pintor Juan Fernández Lacomba está de actualidad por partida doble: la primera de ellas porque firma el cartel de la Real Maestranza de este año, y la segunda porque recientemente ganaba el premio a la mejor tesis doctoral relacionada con Sevilla que todos los años convoca la Fundación Focus Abengoa. En ambos casos la pintura va de la mano, porque si en el primero es evidente que ejerce como pintor, en el segundo aflora también su faceta como historiador del arte para entregar un estudio que, por primera vez, analiza la importancia que tuvo Sevilla en el nacimiento del paisajismo tal y como lo entendemos hoy, convirtiéndose en epicentro en Andalucía y una de las referencias nacionales, algo de lo que extrañamente nunca se ha hecho bandera por estos lares. La tesis («con la que llevo toda la vida», señala Fernández Lacomba) analiza el periodo entre 1800 y 1936. El punto de partida es clave porque se abre el siglo, llegan los franceses y, pasados unos años, «se produce la reacción romántica y España empieza a ponerse de moda». Esto atrae a extranjeros «que se interesan por un paisaje urbano de vocación histórica», porque la diferencia radica en la senda que inicia el paisajismo: «El paisaje romántico es de composición, no natural hecho fuera. Se cogen los datos de la naturaleza pero se organizan de otra manera». Los viajeros románticos, como Richard Ford, marcaron la senda. / El Correo Los viajeros románticos, como Richard Ford, marcaron la senda. / El Correo   Es decir, que hay una interpretación, lo que significa un punto de modernidad, de superar la copia fiel del original sin más que hasta entonces había sido. Con esto, la pintura de paisaje «se pone de moda», y aquí irrumpe Sevilla, porque se convierte en el punto de paso de estos viajeros románticos (Richard Ford, David Roberts, John Frederick Lewis...), los célebres travellers painters, esos artistas viajeros que «vienen a descubrir una cultura que para ellos es más importante que la suya», fijando sus símbolos en monumentos como la Alhambra y la Giralda. A estos viajeros, que luego difundirán la imagen por toda Europa, «les pica la curiosidad» y se sienten atraídos por el exotismo de una tierra que para ellos es «trasunto del mundo árabe y del Barroco de Murillo». Con ellos se trasciende el mero reflejo de la naturaleza y «nace el paisaje urbano, y la burguesía que surge de la Desamortización se identifica con esta imagen», base, por cierto, del tópico... «La imagen tópica es también la típica, es lo que había, no se la inventan estos viajeros. Otra cosa es que después ha persistido porque no ha habido creadores que la renueven», explica Fernández Lacomba. Una vista de Triana de Sánchez Perrier, una de las referencias. / El Correo Una vista de Triana de Sánchez Perrier, una de las referencias. / El Correo Esto supone además un cambio de mentalidad, un paso hacia delante. «Los artistas que primero conectaron con la modernidad fueron los paisajistas, eran la vanguardia artística. Los impresionistas y por ejemplo Sorolla fueron los grandes renovadores de la plástica moderna», y la sociedad quiere eso. La burguesía urbana ya no se identifica tanto con las devociones («que adquieren un tono menor») como con un paisaje que retrata los elementos de referencia de la ciudad, de ahí esa explosión de tanta y tanta Giralda. Esto da lugar además a un cierto negocio, porque «las primeras imágenes que hacen esos viajeros se venden caras», lo que da pie a la apertura de talleres de pintura locales para seguir la estela. Y el gusto se expande: Sevilla, Málaga, Granada, en todas se abren estos talleres «que son el origen de las escuelas locales pictóricas». Sevilla se convierte entonces en el epicentro, «lleva la voz cantante» con autores como Barrón y sus discípulos, o como un Sánchez Perrier que con otros pintores crea la escuela paisajística de Alcalá de Guadaíra. Gonzalo Bilbao dejó su sello en obras como Vista del río Guadalquivir. / El Correo Gonzalo Bilbao dejó su sello en obras como Vista del río Guadalquivir. / El Correo Esta nace hacia 1870, y puede decirse que, en cierto modo, se prolonga hasta la actualidad, como demuestra que los alumnos de Bellas Artes siguen yendo todos los años a esa orilla del Guadaíra a plasmar un paraje «paradisíaco» para los primeros que plantaron allí sus caballetes. Surge así un paisaje de vocación realista, un naturalismo descriptivo, casi fotográfico, luminoso... «Pero el paisajismo había nacido en Sevilla en el Alcázar, la Huerta del Retiro y la orilla del Guadalquivir», por primera vez se recogen datos del natural sin más, con la mentalidad de que «un árbol es un fin en sí mismo como forma de arte». A esto se une otra circunstancia que tiene su impacto, el que el Gobierno adquiera un cuadro de Martín Rico en el que retrata el Sena y lo mande a Sevilla. Los pintores sevillanos tienen así contacto directo con una obra muy influenciada por el impresionismo en alza, mientras otros hacen el viaje inverso y así, por ejemplo, Fernando Tirado o Jiménez Aranda residen durante mucho tiempo en París, «formándose y buscando un mercado que no había aquí, que fue el gran problema del arte en Sevilla en el XIX».   A EXPORTAR De hecho, de todo lo que se producía se quedaría en Sevilla alrededor del 10%. La burguesía compra («ahora todos quieren tener una Torre del Oro o una Giralda en su casa»), pero lo cierto es que no crea la necesaria masa crítica para que haya un mercado. Por ello, Pinelo exporta a Argentina, y muchos otros cuadros salen rumbo a Estados Unidos, Puerto Rico, Inglaterra, Francia... Por el estudio de Fernández Lacomba desfilan 350 pintores, llevándose la palma con claridad Sevilla: González Santos, Grosso, Alpériz, Gonzalo Bilbao… Y si esto es así y la ciudad tiene tanta importancia, ¿por qué ese desconocimiento, ese casi olvido? «Al paisaje no se le ha echado cuenta porque no estaba estudiado. Se sabía que había buenos artistas pero no quiénes eran exactamente, y muchas de sus obras están en casas privadas y no se pueden ver», de hecho las ha localizado con no poco esfuerzo. «El paisaje en Andalucía dio para mucho y hasta ahora ha estado ignorado», pese a que hubo autores (Sánchez Perrier, Manuel García Rodríguez...) muy reconocidos. Aún así, durante muchísimo tiempo se ha visto «como algo menor, y eso que un alto porcentaje del paisajismo español viene de Andalucía», y más concretamente de Sevilla. Ahora este trabajo trata de reparar ese olvido, por otra parte tan propio de esta tierra...

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