Vista desde la corta distancia marcada por la Gran Sevilla, Alcalá de Guadaíra aparece como una ciudad que ha abordado la tarea de lograr la modernidad respetando el pasado, algo complejo si tenemos en cuenta que somos una sociedad democráticamente muy joven, aún sin una acumulación suficiente de experiencias. Conseguir ir progresando al mismo tiempo en terrenos variados es difícil como se encarga de demostrarnos cada día la realidad que, por otro lado, también deja ver que, cuando alguien pone imaginación en territorios culturales y sociales, despierta muchas pasiones, desde claras a turbias. Eso le ocurrió, por ejemplo, en sus primeros años al Parque del Alamillo, el más creativo y activo de Sevilla.
En Alcalá se han emprendido planes de largo alcance en educación, urbanismo o arqueología y, como era lógico, ha aparecido quien pregona el "hay que dar más" porque es difícil resistirse a no compartir la gloria. Las organizaciones ecologistas no deberían perder de vista que pueden cumplir su cometido denunciando y también colaborando con propuestas posibles, ésas que forman parte de la Economía de la Cultura y que, más antes que después, habremos de adoptar (tanto en los propios de Hinojos como en Gandul) porque, de lo contrario, lo que hoy es ilusionante, mañana puede estar muerto. Y hasta cuando se muere de gloria hay que preguntarse quién ha sido el homicida.
Antonio Zoido es escritor
