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Los penúltimos puentes de Triana

el 08 sep 2012 / 20:21 h.

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La noche empezó con una pésima noticia: la caída del cartel, por prescripción facultativa, de Rafael Riqueni. Como solución de urgencia, se improvisó un homenaje de tres compañeros –Fyty, José Acedo y Joselito Acedo– al músico de la calle Fabie. Atropellado, con más ganas que temple, el recital no ofreció rastro de la dulzura clasicista que es propia a la sonanta de Riqueni, y acabó a tres guitarras con una bienintencionada versión de los populares fandangos Al Niño Miguel.

Llegó el turno de Paco Taranto, cantaor querido en un barrio que fue potente foco de creatividad, pero que en los últimos tiempos ha perdido parte de esa pujanza. Por eso Taranto se antoja uno de los penúltimos puentes entre el presente y aquella Triana de Pepe de la Matrona, del Tío Bengala y el Niño Bronce. Sobrio, moroso por bulerías y por alegrías, Lo mejor, una rareza como la soleá apolá, cante que en los últimos tiempos ha atraído a jóvenes como Poveda. El espíritu de Oliver sobrevoló la corrala, pero también el de Mairena en los tientos.

No es la primera vez que vemos a Juan José Amador subir varios grados la temperatura de un escenario sólo con levantar una mano y proyectar su carismática voz, y ayer volvió a hacerlo. La barra se vació, los molestos cuchicheos se apagaron y todas las miradas se clavaron en el escenario para ver al cantaor arropando a una Carmelilla Montoya muy enérgica en el baile, rodeada por un ejército de músicos y palmeros para la ocasión.
Carmelilla es otro de los puentes que enlazan el ayer glorioso de Triana con un presente lleno de interrogantes. Se hizo acompañar de su prima Remedios Amaya, que desentendida del micrófono fue una presencia impresionante apenas abrió los brazos y lanzó su primer ay, pero a la que nos hubiera gustado oír en todos sus matices. Algunos temas del último disco de Carmelilla, Homenaje, pusieron ligero a una noche irregular, que fue de menos a más.

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