Pasear por las calles de La Paz sirve para comprobar que las dificultades de la población no se resumen en la presencia o no de rumanos. Los vecinos, bien lo saben ellos, tienen otros pensamientos que les atormentan, aunque existe la lógica intranquilidad de ver cómo una pelea se produce en cualquier esquina, o contemplar cómo hay personas que hacen sus necesidades en la vía pública, arrojan desperdicios por el patio comunitario de los bloques de piso, o hacen acopio de objetos viejos y chatarra que amontonan en el solar anexo al barrio, donde se erigía la plaza de toros.
Junto a ello, la barriada se ha convertido también en un importante punto de venta de droga, donde es común el tráfico de estupefacientes a cualquier hora día. Son los propios vecinos los que narran estas situaciones, y los que cuentan cómo hay numerosos jóvenes que consumen alcohol y hachís durante todo el día en las plazas y calles del barrio. "Llevamos años pidiendo que se haga algo con un quiosco, que es el punto de reunión de traficantes y consumidores, pero no se hace nada", comenta Carmen, una vecina del barrio que lleva más de 40 años allí, y quien también asegura que "los problemas que hay aquí son más graves que la presencia de rumanos".
Y es que, a lo ya comentado, se une otro drama social como es el que trae consigo la elevada tasa de paro que se registra entre la población juvenil, por lo que lo que realmente impacta de la barriada es su paisaje humano. A vueltas con el problema de nacionalidades, uno de los últimos incidentes ha sido una pelea a cuenta de los excrementos de un perro propiedad de la familia rumana. "Esto se ha convertido en el trastero de Utrera, no es un problema de racismo, sino de convivencia con estas personas que no respetan a nadie", afirma Fernando, uno de los afectados.
Ejemplar. Lo que parece estar claro es que ésta ya no es la que fue "una barriada ejemplar, en la que los vecinos hemos vivido en total cordialidad, e incluso hemos recibido dos premios en el pasado por ser una barriada modélica, mientras que ahora nadie quiere oír hablar de la barriada de La Paz", explica Encarna, otra de las vecinas.
En cualquier caso, mientras se oigan expresiones como "la mecha de la guerra está encendida", "el bloque de la muerte" o "como aparezcan por mi piso echo la puerta abajo a patadas", parece evidente que el conflicto seguirá estando presente, delatando la existencia de un peligroso caldo de cultivo que puede hacer que en cualquier momento estalle la bomba de una guerra social... en el barrio de La Paz.