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«Los siete ancianos que murieron en el incendio eran como mi familia»

La dueña de la Residencia Aurora, donde fallecieron siete residentes en febrero, afirma que aún oye sus voces. Habla con cariño de los ancianos, dice que le dan vida y que la ayudaron a superar el cáncer. El informe de la Policía reveló que fue un accidente inevitable.

el 20 mar 2010 / 20:18 h.

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Aurora en el jardín de la residencia, donde compartía las tardes con los ancianos.

Poco más de un mes después del incendio en el que fallecieron siete ancianos , la dueña de la Residencia Aurora trajina para rehabilitar el edificio: amontona las fotos de los residentes que tenía colgadas para que no se estropeen, separa bolsas de ropa quemada que tendrá que tirar, pinta las habitaciones y hará un cuarto de baño en el dormitorio en el que se inició de forma accidental el fuego, porque sería "incapaz de volver a entrar". Allí dormía su prima Lucía, la mujer que falleció calcinada, que llevaba ocho años en la residencia "y era como una hermana, porque nos criamos juntas".

-¿Qué recuerda de la noche del incendio?
-Nada. Sólo que cuando llegué estaban sacando un cadáver y lo tiraron al suelo a mi lado. Yo estuve todo el tiempo fuera de mí, me tuvieron que poner una pastilla debajo de la lengua porque es muy fuerte, se han ido siete personas de mi familia, es como si fueran siete hijos.

-Dijo que quería que se supiera qué había pasado, ¿la ha dejado tranquila el informe de la Policía Científica?
-Sabía que todo estaba bien porque habían venido los Bomberos un mes antes a revisarlo todo. La Policía me ha dicho que el fallo del cable fue inevitable, podía haber pasado en cualquier casa. No ha sido un fallo mío por no haber puesto algo para ahorrar. Yo soy muy maniática, quiero que todo esté siempre como si fuera a venir visita, recogido y ordenado. Esa noche antes de irme fui a las habitaciones, lo revisé todo... para nada.

-Porque fue muy rápido.
-Tengo obsesión con el fuego y esa noche le pregunté a una de las niñas ¿te han dicho qué hacer con los fuegos? Me dijo: sí, lo tengo apuntado. Pero fue muy rápido, se ve en el vídeo de seguridad: un fogonazo, una llama y en cuatro segundos todo negro de humo, como si la cámara se hubiera apagado. Poco antes las cuidadoras habían entrado en las habitaciones a darles la leche y no notaron nada raro.

-Se dijo que costó sacar a los ancianos de la planta alta porque estaban impedidos.
-Qué va, los de arriba corrían como gamos. Precisamente se han salvado dos inválidos. Cayetano se escapaba, como te descuidaras se saltaba la valla. Yo tengo todas las plazas habilitadas para asistidos y podrían haberlo sido, pero precisamente los de arriba andaban muy bien.

-¿Cuántos empleados hay?
-A veces, más que residentes: 12 y el jardinero, y llevan años porque no me gusta cambiar. Yo me paso el día aquí aunque no trabajo porque no puedo. Si no te gusta no estás 13 horas, pero es gratificante, cada residente es especial: mi prima Lucía era como mi hermana. El doctor Martín Parra, un hombre de categoría. Cayetano se pasaba el día cantando, entró fatal y no veas cómo mejoró. A Pepa le encantaba la copla. A Filomena le pintaba los labios... Son muchos recuerdos. Yo aquí sigo escuchando sus voces: Cayetano haciendo el paseíllo como un torero, las bromas esa tarde con mi prima...

-Los parientes decían que les daban un trato familiar...
-Esto es mi vida, me paso el día con ellos, hablando, cantando, pintándoles las uñas, porque soy muy alegre y muy payasa. Celebramos los cumpleaños, los santos, la Feria... ahora ya estaríamos hartos de torrijas. Hace dos años tuve cáncer y estar con ellos me salvó la vida. Me ponía la gorra, me pintaba los labios de rojo y me venía para acá. El doctor Martín decía que estaba muy guapa sin pelo. La oncóloga dijo que fueron mi mejor terapia.

-¿Las familias de los fallecidos la han apoyado siempre?
-No he recibido ni una crítica, sólo apoyo y cariño, estoy muy agradecida. Pero es que me conocen, yo no tengo horario de visita para que vengan cuando quieran, y las familias venían a diario y veían el trato. Me ha llamado un hombre que tuvo a su padre aquí y murió hace cuatro años, para decirme que lo habíamos tratado con tanto cariño que llamaba para ofrecerse.

-Murieron siete de los 19 residentes, ¿cuántos volverán?
-Todos quieren volver, me llaman cada día. Tras el incendio algunos han conseguido plazas de la Junta y me alegro, porque las familias hacen un gran esfuerzo para pagar esto. Volverán siete, y hay dos reservas nuevas. Una vino al día siguiente del fuego. Yo estaba aquí dentro porque sabía que si no entraba el primer día ya no iba a ser capaz, llorando porque lo que pasó fue muy fuerte, y cuando me dijeron que había en la puerta una mujer para hacer una reserva, me dio la vida.

-¿Cuándo volverán a abrir?
-Después de Feria. Yo ni he subido, no quiero ver cómo está, porque lo tenía tan bonito, lleno de cojines, de colores...

-¿Harán algo especial?
-Ellos siempre están en nuestra memoria, pero cuando abramos queremos hacer una misa.

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