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Los últimos idealistas

Arriesgan su vida quedándose en sus países -de gobiernos represores- por defender los Derechos Humanos. Empiezan a ser una minoría.

el 22 nov 2009 / 20:04 h.

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El 15 de julio de 2009, Natalia Estemirova, destacada activista por los Derechos Humanos que trabajaba en la región del Cáucaso Septentrional, fue asesinada. La introdujeron en un vehículo blanco y la llevaron a un lugar desconocido. No es el único caso y no es la primera vez que la muerte de un activista por los Derechos Humanos queda impune.

Fue el tercer asesinato de este tipo en Rusia este año y en ninguno de los crímenes el reconocimiento internacional, los premios y las alabanzas pudieron hacer nada para evitar la tragedia. De Rusia es también Lyudmila Alexeyeva, una ex disidente soviética de 82 años que ha dedicado su vida a la lucha por la democracia y los Derechos Humanos en Rusia. Estemirova y ella eran amigas. El pasado 22 de octubre, Alexeyeva recibió el premio Sajarov a la libertad de pensamiento.

Un mes antes de que muriera Estemirova, el teólogo islámico iraní Emad Baghi fue también galardonado, esta vez con el Premio Martin Ennals, considerado el Nobel de los Derechos Humanos. De él, como de Natalia y de Lyudmila, las ONG destacan su valentía. La valentía que hay que tener para vivir encarcelado cuatro años, para ser detenido 67 veces y amenazado de muerte, como le ocurrió a Baghi, y aún así seguir condenando la pena de muerte como contraria a los preceptos del Corán.

Este activista continúa promoviendo la igualdad de sexos y la lucha contra la tortura y lo sigue haciendo en su país. Eso es lo que tienen en común Natalia, Lyudmila y Emad, que se han quedado en casa para defender una causa difícil y olvidada por sus gobiernos, una causa por la que otros han muerto. Curiosamente, Lyudmila en ruso significa amor al pueblo. Un amor que lleva a este tipo de personas a arriesgar su vida por las libertades sin más recompensa que la propia lucha, que acaba siendo para ellos un modo de vivir.

Como ellos, hay más ejemplos: El ex disidente soviético Sergei Kovalyov y el activista Oleg Orlov compartieron con Alexeyeva el último premio Sajarov, en reconocimiento -en todos los casos- a las difíciles condiciones en que enfrentan su defensa de los Derechos Humanos sin salir de Rusia. Los tres activistas trabajan para el grupo altruista Memorial, fundado hace 20 años para recordar a las víctimas de la opresión durante el estalinismo, aunque sus funciones se ampliaron a todo tipo de cuestiones relacionadas con el desarrollo de la sociedad civil.

Hay otra cosa que todos ellos comparten: Han sido amenazados, golpeados o secuestrados. Y nada de eso ha conseguido callarles ni obligarles a abandonar sus hogares.
Precisamente a su hogar quiere volver la activista saharaui Aminetu Haidar, que tras ser detenida por Marruecos en Aaiún, fue trasladada a Lanzarote gracias a una tarjeta de residencia y quedó atrapada allí por falta de pasaporte marroquí. Lleva varios días en huelga de hambre y, lejos de amedrentarse, exige volver al Sáhara con sus hijos. Desde la isla española, ha reunido valor para denunciar que las autoridades de Marruecos han vuelto a las prácticas de los "años de plomo de Hassan II".

Tampoco quiere salir de Cuba la bloguera Yoani Sánchez, cuyo nombre ha vuelto en los últimos días a los periódicos no por motivos agradables. Sánchez tiene 34 años y un blog que se titula Generación Y desde el que promueve la ampliación de libertades en Cuba y el mejor entendimiento entre las dos Américas. Y es que la tecnología ha abierto una ventana a personas como esta bloguera que no han podido hasta ahora expresarse con libertad mediante otros métodos. Sin embargo, demasiada gente tiene ya acceso a la Red y ciertas verdades, contadas sin paños calientes, traspasan lo cibernético y llaman a la movilización en la calle. Por eso Sánchez sufrió un secuestro exprés el pasado 6 de noviembre. En 20 minutos, fue apaleada por supuestos agentes de la Policía política. Y por eso su marido, Reinaldo Escobar, fue también agredido el pasado viernes.

Ninguna de las dos palizas ha impedido que ambos continúen con su labor de defensa de los Derechos Humanos en Cuba ni que Sánchez entrevistara esta semana en su blog al mismísimo presidente de EEUU.

Una minoría. Estemirova, Alexeyeva, Baghi, Sánchez... parecen muchos nombres, pero son una minoría. Historias como las suyas no son comunes hoy, cuando las violaciones de los Derechos Humanos proliferan sin que la ONU pueda evitarlas. En plena crisis económica, Irene Khan, de Amnistía Internacional, asegura que "el mundo está sentado sobre una bomba de relojería social, política y económica".

Hace sólo unos días se celebró la llamada cumbre del hambre en Roma. Mientras tenía lugar -duró tres días- 50.000 niños murieron víctimas de la desnutrición. La reunión cerró sin soluciones reales.

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