Más de la mitad de los usuarios del aeropuerto de Sevilla son clientes de compañías de bajo coste o low cost. Frente al progresivo descenso del tráfico de pasajeros (un 13%) que registran las instalaciones de San Pablo, las líneas baratas (Ryanair, Vueling) siguen aumentando su negocio, hasta un 5% más que el año pasado. Las aerolíneas económicas son las únicas que, en una situación general de contracción de la demanda, están mitigando la caída en el número de pasajeros de la terminal sevillana. Es por tanto razonable deducir que se trata de una contribución positiva al desarrollo del negocio turístico. La democratización de los viajes aéreos ha extendido la cultura low cost hasta convertirla en una moda que sin embargo es cuestionada desde muchos frentes del sector turístico por considerarse que el perfil del cliente de estas compañías es el de un visitante que no hace grandes desembolsos en la ciudad.
Y debe de ser cierto si se tiene en cuenta que los vuelos low cost se especializan en destinos cercanos para estancias cortas o escapadas con alojamientos sin grandes pretensiones. Pese a la intermitencia de algunas de las rutas, es una opción con muchos adeptos, a los que no les importa prescindir de comodidades a cambio de buen precio. Lo importante es garantizar a los viajeros unas condiciones de seguridad equiparables a las de las compañías tradicionales, y que la reducción de costes se detraiga de los servicios accesorios y nunca de los irrenunciables, pues no es extraño que se vinculen las causas de un determinado accidente aéreo con la condición de low cost del vuelo.
Por eso extremar el control y la vigilancia imprescindibles para que se cumplan estas exigencias es una tarea que aumentará aún más la confianza de los consumidores en este medio de transporte y sin duda contribuirá a su consolidación como factor de crecimiento del aeropuerto sevillano.
