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Luque corta una oreja sin corcheas

El diestro de Gerena cuajó un valioso trasteo a un sobrero de Parladé que le validó el único trofeo de una tarde en la que fallaron estrepitosamente los toros de El Pilar.

el 17 abr 2013 / 22:36 h.

Brindis de Morante a Rivera Ordóñez. / Foto: Ignacio Moreno de Terry Brindis de Morante a Rivera Ordóñez. / Foto: Ignacio Moreno de Terry GANADO: Se lidiaron cinco toros de El Pilar, justos de presentación y un ofensivo sobrero de Parladé que fue, a la postre, el que dio mejor juego. Los toros titulares adolecieron de fuerzas y no pasaron de sosos y aplomados. DIESTROS: Morante de la Puebla, de mosto nuevo y oro, ovación y silencio. / Miguel Ángel Perera, de amapola y oro, ovación y silencio. / Daniel Luque, de berenjena y oro, ovación y oreja. INCIDENCIAS: La plaza se llenó en tarde de calor sofocante. En las cuadrillas destacaron Joselito Gutiérrez y Abrahám Neiro.   (FOTOGALERÍA DE LA CORRIDA)   La oreja la cortó al sexto, y lo hizo gracias a un trasteo de ritmo e intensidad creciente que fue un bálsamo para una tarde que se volvía a marchar por el sumidero. También era una ancha bocanada de aire fresco para el joven diestro de Gerena que ayer –con ese sobrero de Parladé- despedía su particular Feria de Abril. Luque había recibido a este toro con firmes capotazos sin enmendar el terreno. Venía dispuesto a dejar clara su actitud y aptitud de cara al gran circuito y había que hacer olvidar el resbalón del mano a mano con los victorinos.   Después de mostrarse fresco y variado en la lidia –muy bien vertebrada por Abrahám Neiro- Luque comenzó su faena con unos ayudados por alto que pulsearon la velocidad y la calidad del toro. A esas horas ya no se oía la insoportable cantinela de los siete u ocho antitaurinos que llamaban asesinos a los espectadores. Y el trasteo fue fluyendo poco a poco, de menos a más, y muy a pesar de la insolvencia taurina del director de la banda de Tejera, que racaneó el comienzo de un pasodoble que habría venido muy bien para caldear los ánimos. Pero no importó. El joven matador fue sobando al toro en una primera parte de la faena templada, pulcra y estética que fue tomando vuelo poco a poco hasta que estalló en una sensacional serie diestra que, ahora sí, despertó a los músicos entre la rechifla del público, que ya anda mosca con la parquedad musical. A esas alturas podían haber guardado los instrumentos en las fundas. Pero Luque había conseguido despertar el entusiasmo y no le importó que el toro se hubiera quedado corto e hiciera hilo por el pitón izquierdo. La labor del diestro sevillano prosiguió por la mano derecha en un trepidante e intenso fin de faena en el que brilló un sensacional pase de pecho a pies juntos y esos remates de ayudados y molinetes ligados que pusieron a todo el mundo de acuerdo. La estocada, fulminante, no dejaba lugar a dudas y le permitía cortar esa oreja que le debió saber a gloria.   Antes había sorteado un toro bizquito y flojo –muy mal presentado para Sevilla- que fue muy protestado durante la lidia. La faena fue tan compuesta como falta de intensidad. No la podía tener por el escaso motor de un toro noblón al que toreó con facilidad y sin apreturas, ensayando sitios y terrenos que recuerdan a Alicante. El final de faena, con las famosas luquecinas, dio paso a una estocada entera que no bastó. Los tres descabellos posteriores enfriaron el entusiasmo.   Había ganas de que Morante pudiera repetir su recital capotero del Lunes del Alumbrado. Torero y público estaban por agradarse mutuamente pero el de La Puebla no tuvo enemigos para inspirarse por completo. El primero fue un toro suelto y manso al que costó una eternidad parar en el tercio. Pero algún atisbo de calidad debió ver Morante en su lidia para mecerse en el quite con esas verónicas que convierten todo su cuerpo en un instrumento de expresión artística. El personal se frotaba las manos y la firme pero tropezada respuesta de Perera por gaoneras espoleó de nuevo al diestro cigarrero, que exprimió la escasa bravura que aún guardaba el toro en un largo quite muy movido de terrenos en el combinó excelentes verónicas y chicuelinas que volvieron a levantar un clamor. Ahí se acabó el toro, que como había cantado siempre, terminó rajándose por completo.   Con el cuarto, un ejemplar astracanado y con el pelo del invierno no hubo mucho más que rascar. Sólo algún lance suelto de Morante, que poco o nada pudo hacer con ese animal después de brindárselo a Rivera Ordóñez en lo que pareció una reconciliación para zanjar la famosa afrenta de la Medalla de las Bellas Artes. Morante se empleó en una porfía inútil: el bicho pasaba a trompicones hasta pararse por completo. Habrá que esperar a mejor ocasión, quizá a esos seis toros que se rumorea podría matar en Ronda para la Goyesca. Un brindis también puede firmar un contrato…   Miguel Ángel Perera llegó dispuesto a todo pero se estrelló contra dos muros. En los dos toros se fue a portagayola siguiendo esa estela marcada por El Juli que pronto obligará a la empresa a montar un reclinatorio en la puerta de chiqueros. Surrealismo taurino aparte, el extremeño mostró su gran estado de forma toreando muy bien a la verónica al segundo de la tarde, al que cuajó un trasteo de trazo rotundo y exigente que no pudo dar más de sí por la sosería del enemigo. La misma canción se repitió con el quinto, otro toro soso y corto de viajes con el que Perera se entregó sinceramente. Pero el de El Pilar no transmitía lo más mínimo al tendido y así es imposible. Le quedan dos balas en la canana. Repite esta tarde.  

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