Según Fernando el de Triana, el malogrado bailaor Lamparilla fue un verdadero fenómeno. Comparándolo con su padre, el célebre Antonio Páez El Pintor, dijo que era "harina de otro costal, como lo demuestra la sublime posición de baile que acusa su fotografía, fiel demostración del más exquisito arte", dijo el cantaor. En mi libro sobre El Canario (El Cartel maldito, 2009) aportamos ya algunos datos inéditos sobre el célebre bailaor sevillano. Entre otros, los precisos para demostrar que era en realidad sevillano, como su padre, al que alguna vez habían hecho de Cádiz. Pues no era de Cádiz El Pintor, sino natural de Sevilla, donde vino al mundo el día 30 de abril de 1845. Nada menos que en el número 22 de la Plaza de San Juan y bautizado en San Juan de la Palma.
Hijo de un zapatero remendón, Francisco Páez, y de María de la Salud Castro, dedicada a sus labores, sus abuelos paternos, Antonio y María Antonia, eran de Estepa y Umbrete, respectivamente, dos localidades sevillanas. Los maternos, José y María de la Salud, eran sevillanos de pura cepa. Tuvo varios hermanos (Eduardo y María Dolores, que eran mellizos; Concepción, Manuel y María), pero, que sepamos, al arte del flamenco sólo se dedicó Antonio. Desde muy jovencito, además, como puede comprobarse en la prensa sevillana de la época. Con poco más de veinte años de edad se unió a la sevillana Carmen Córdoba Barrera, que había nacido en el número 9 de la calle Linos de Sevilla, el día 27 de junio de 1846.
Hija de un cordobés de Espejo, Francisco Córdoba, y de una sevillana, Isabel Barrera, se bautizó en la Parroquia de Omnium Sanctorum. Esta mujer fue la que trajo al mundo a Antonio Páez Córdoba, el célebre y malogrado bailaor Lamparilla, el 26 de noviembre del año 1869.
Nació el fenómeno en el número 4 de la calle Alcalá de Sevilla, que desde 1898 se llama Divina Pastora, una calle muy flamenca en la que murió el Niño Gloria en 1954 y donde vivieron muchos años algunas hijas de Manuel Torre y el gran bailaor de Morón Pepe Ríos, casado con una de ellas. Lamparilla nació, pues, en una de las zonas más flamencas de Sevilla, el Barrio de la Feria, donde vinieron también al mundo Manolo Escacena y Amalia Molina -ambos en la calle Pedro Miguel-, entre otros artistas importantes de lo jondo, de los que me ocuparé en breve.
Lamparilla se bautizó también en Omnium Sanctorum y fueron sus padrinos el Maestro Pérez y su esposa, la sevillana Amparo León. Naturalmente, como el niño creció viendo bailar a su padre y tocar la guitarra, cantar y bailar a su célebre padrino, despuntó pronto y con sólo 7 años de edad ya hacía las delicias de sus vecinos en la Velada de San Juan de la Palma y en las de barrios colindantes.
Tan brillante era su baile, que en 1885 ya fue contratado para actuar en el famoso Café del Burrero, en la sucursal de verano que hubo a la entrada del Puente de Triana, compartiendo cartel con su padre, su padrino, El Canario de Álora y el Canario Chico, Concepción Peñaranda La Cartagenera, La Carbonera, La Escribana, La Bocanegra, la Rubia de Cádiz, Carito de Jerez, La Serrana y La Sordita, Juana Antúnez, Palma Monje... Este cartel ya se publicó en la citada biografía sobre El Canario.
Pero antes de actuar en el café donde mataron al célebre malagueñero de Álora, Lamparilla formó parte de un cuadro, de los primeros que actuaron en la capital de España, compartiendo protagonismo con Dolores la Pitraca, La Pipote, que era hermana de La Paloma; Rosario la Honrá, Josefa la Pitraca, Paco Cortés y el guitarrista Bautista.
Nunca vamos a saber el arte que tenía Lamparilla, pero tuvo que ser muy bueno cuando se codeaba con estas figuras de la época siendo sólo un chiquillo. La fama le llegó muy pronto y con ella, claro está, algunos problemas. Fernando el de Triana insinuó que lo mató el baile. Lo cierto es que murió de tuberculosis pulmonar en 1888, con sólo 18 años de edad y cuando prometía ser uno de los puntales del baile sevillano.
Murió en la Plaza de la Europa, 4, en la Alameda de Hércules, donde vivió algunos años. En su partida de defunción consta que era "Profesor de baile". Todo un profesional del arte flamenco. Antonio el Pintor y su esposa tuvieron que pasar por el duro trance de ver morir a todos sus hijos, unos más pequeños que otros. Lamparilla les duró 18 años.
Cuando murió el fenómeno se quedaron solos en la vida y con el recuerdo de aquel hijo que movía los brazos como nadie lo había hecho en el baile. En otra ocasión daremos a conocer otros importantes documentos. Con estos datos, que se aportan por primera vez, esperamos conseguir que de ahora en adelante cada vez que se escriba o se hable sobre el célebre Lamparilla, el hijo de Antonio el Pintor, se diga que fue un sevillano de la calle Divina Pastora, de pura cepa, que vivió para el baile y que murió por él atrapado en un ambiente peligroso. Era totalmente injusto que no conociéramos todavía sus datos personales.