Just Jaeckin dirigió en 1977 Madame Claude, una de aquellas películas clasificadas S que tanto proliferaron en aquella década. La cinta narraba un asunto que involucraba un famoso prostíbulo de París con políticos y diplomáticos, aunque eso solo era un pretexto para ofrecer porno suave y en cierto modo estilizado. Las intenciones ahora, después del video e Internet, son muy distintas.
La fotografía no usa filtros como Bilitis, ni hay sadomasoquismo como en Historia de O, y aunque hay una actriz de nombre español que recuerda a la malograda Sylvia Kristel, tampoco es Emmanuelle. Curtido en la televisión, a Marcimain le interesa en su película, que se estrena hoy en Suecia, desempolvar un caso de corrupción en el gobierno de entonces, no de carácter financiero como ahora sino sexual. Y es que el poder siempre hace lo que le viene en gana, aunque lo adquiera directamente del pueblo, porque maneja también el funcionamiento de quien se lo puede arrebatar. Con una ambientación estupenda en la que hasta la banda sonora recuerda al Giorgio Moroder del sonido Munich, la película tarda mucho en arrancar, no llega en ningún momento a emocionar y se resiente de cierta confusión en la exposición de hechos y personajes. Pero cabe aplaudirle su excelente diseño de producción y su capacidad para denunciar algo que, a otros niveles, sigue sucediendo en todos los sistemas políticos.