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Madre Roma en Sevilla

Apenas queda nada de los siete siglos en que la capital hispalense fue romana. Entorne los ojos. Hoy la va a ver.

el 01 sep 2010 / 19:27 h.

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Bajo este lugar estaba el antiguo foro de Iulia Rómula de Julio César.

Ese charco que ve usted a su izquierda es el espejo de Alicia por el que se accede a la Sevilla romana. Su reflejo muestra los perfiles centenarios de la Alfalfa, el aire costumbrista de alguno de sus detalles y la ropa corta que tan propios le son a la ciudad actual. Pero debajo del azogue, por los poros de esta porción de La Piel Sensible, la gota de agua desciende hasta los adoquines, serpentea por entre los estratos y humedece los restos del grandioso foro nuevo de la Colonia Iulia Romula Hispalis. Tal vez, si para tanto diera, llegase este reguero a colarse por entre las piedras de los templos y las termas, de los puestos del mercado, de las escalinatas donde dos patricios (quizá tal día como hoy, terminadas las calendas de septiembre) se abanicaban con un pergamino aprovechando el fresco del mármol. Ésta es, pues, una ruta que requiere imaginación y un poco de sentido de la eternidad. ¿Se anima a recorrerla?

Pues entonces, colóquese justamente sobre el charco y admire la explanada rectangular. No, nada que ver con las dimensiones actuales de la Alfalfa: llegaba hasta el Salvador. Aquello era el verdadero centro social de la urbe, muy moderno y adecuado a la idea del progreso, por cierto, en comparación con el viejo foro de los tiempos de la República (romana, por supuesto) que estaba por la calle Mármoles y del que son una pista las tres viejas columnas de nueve metros rodeadas de hierbajos y morralla urbana. Ésas sí que puede verlas, fíjese. La tradición dice que pertenecieron, junto con las de la Alameda y al menos otra más, a un templo de Hércules, aunque las tesis más serias parecen acercarlo al culto del Líber Páter: el dios liberador y vivificador, el dios del vino (una especie de versión aflamencada y rural de Baco, al que se asimila).

Puede imaginar el vapor (o el frío, que también lo había) de las termas si se coloca sobre la Plaza de la Pescadería. Pero más le interesa regresar a la Alfalfa para plantarse sobre esa descomunal y bellísima encrucijada del foro, que venía dada por la intersección de las dos anchas avenidas que articulaban toda ciudad como Júpiter manda: la que comunica el Norte y el Sur (cardo máximo) y el Este y el Oeste (decúmano máximo). Por ahí discurrían las comitivas y desfiles; por ellas se paseaba el pater familias cuando estrenaba toga. Si quiere saborear el recuerdo de esas legiones en formación y recorrer su mismo itinerario, tiene dos opciones: la calle Alhóndiga y la calle Águilas, correspondencias actuales, respectivamente, de dichas avenidas principales de Iulia Rómula. Es probable que las losas sigan ahí debajo.

No busque consuelo para la vista en las murallas, porque las que puede ver no son romanas sino almohades, más que en algunas piezas. Sin embargo, sí puede recorrer el perímetro de esa Sevilla en la que ser armao era un trabajo. Siguiendo por el decúmano de Águilas llega a la Puerta de Carmona: ahí puede fantasear con esos torreones de vigilancia repletos de legionarios. Si quiere, continúe su paseo. La muralla seguía hasta la Puerta de la Carne, y de ahí a la Plaza de la Alianza, Romero Murube, Triunfo (el Alcázar quedaría fuera) y Catedral (deténgase ahí y aspire los efluvios del antiguo foro comercial y portuario: va a ser por foros, en Híspalis). Avanzaba la defensa por Francos, Cuna, Villasís, Cervantes, Santa Catalina, Gerona, San Juan de la Palma y San Martín. Los restos hallados en muchos de esos lugares así lo avalan, como la diferencia de nivel de cuatro metros entre Amor de Dios y Cervantes, achacables, según Collantes de Terán y otros, precisamente a los restos de muralla que hicieron las veces de muro de contención.

Cuando termine su paseo, entre en la Catedral, de balde por cierto si es usted de Sevilla o su provincia, y acérquese a la pila del Patio de los Naranjos. Era una fuente de agua perfumada de las termas de la actual calle Abades. Si en ese momento el cuerpo le pide ponerse a bien con Líber Páter, será usted un romano de los pies a la cabeza.

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