Maeztu, frente a la sede del Comisionado, con el barrio al fondo.-Al ser nombrado Comisionado del Polígono Sur dijo que para avanzar nadie podía colgarse medallas. Y le dan la de Andalucía. ¿Lo están boicoteando?

-No, pero es cierto que a los dos años nos dieron el Solidaridad de UGT y no pude recogerlo, no era hora de premios. No es una medalla por el Polígono Sur, porque el plan integral es para 20 años y hemos recorrido cuatro. La medalla del Polígono no la veré. Ésta es por toda una vida dedicada a estos valores, y quiere mostrar la voluntad política de dar prioridad a los barrios desfavorecidos.

-Se premia una trayectoria de lucha social en zonas ignoradas por la sociedad ¿Es para compensar la soledad de esa labor?

-Totalmente. Y no me lo esperaba. Estaba en el momento más bajo por los problemas de seguridad del verano, y es un apoyo de este Gobierno que demuestra que esto sigue siendo prioritario.

-Con la crisis económica habrán temido recortes.

-Hemos tenido cuidado de ser solidarios con otros proyectos, no podemos estar como si no hubiera crisis y no hemos intentado abarcar programas nuevos, pero sí mantener todo lo que habíamos ido trabajando. Porque si se corta nadie lo entendería, crearía desesperanza, sería retroceder en lo conseguido. Y no podían pagar otra vez los de siempre, los más desfavorecidos.

-¿De qué presumirá al recoger la medalla?

-De que me han hecho un regalo muy importante al final de un trabajo que empecé con 20 años. La medalla será un altavoz para los que creemos que es posible el cambio radical del Polígono, que merece la pena seguir porque, con reconocimiento o sin él, este trabajo hay que hacerlo.

-¿Cuáles son las luces cosechadas durante estos años?

-El dibujo de los equipamientos, que desembolsará el Polígono y hará que Sevilla tenga que pasar por aquí. El trabajo callado para planificar los servicios de forma que el modelo se pueda exportar a otros barrios, que haya un bloque y salud, vivienda o educación miren hacia él juntos. Y lograr que la percepción de Sevilla sobre el barrio vaya cambiando, que quien lo percibía como peligroso vea que se puede venir, que los taxis ya no tienen reticencias, que se baldea. Pero esa percepción no la tiene el sevillano si no viene.

-Y al que quiera venir a conocer el barrio ¿qué ruta le aconseja?

-Que entre por La Oliva, verá mercados, comercios, y pensará que todavía no está en el Polígono Sur. Verá los bloques marrones, amarillos, rojos y verdes de Murillo, algo oxidados, y topará con una nueva rotonda ajardinada, dos institutos, el Comisionado y el centro cívico El Esqueleto: servicios públicos pero amurallados, que es lo que va a cambiar. Llegará al cruce y verá el Guadaíra, donde se va hacer un parque, y a los lados las zonas más marginadas. En una los bloques no han cambiado, los servicios se enganchan y no se pagan, es una zona castigada por la droga. En otra hemos empezado a trabajar y hay viviendas nuevas con porterillo, ascensor, los vecinos participan... ahí se ve el cambio. Volviendo a los marrones hay un gran bulevar donde quiero hacer una rambla. Y Machado, donde la vía del tren nos separa de Sevilla.

-¿Y cuáles son las sombras?

-Nos hizo perder mucho tiempo la llegada de las 30 familias de Bermejales con las que no se podía trabajar en masa, fue imposible la socialización y se creó un ambiente conflictivo. Unido a que el tiroteo provoca la salida de esas familias y su vuelta, que fue un bajón que me tambaleó. Luego, que en cuatro años no hemos encajado la seguridad en el plan integral: no trabajaban coordinados. Tras la crisis del verano ha habido un gran avance para la distribución lógica de la Policía Local para tráfico, Autonómica para menores y vivienda y Nacional para seguridad ciudadana, en conjunción con los demás servicios. Por último, que todo proyecto innovador choca con actitudes interesadas, que aprovechan cualquier fallo para atacarlo: los que han vivido de la miseria, manejando cuando había trapicheos, se sienten atacados y critican el plan.

-El domingo compartirá la distinción con investigadores, empresarios, artistas. ¿A quién querría ver en el Polígono?

-A la directora del colegio de educación especial Aben Basso, porque compartimos la utopía, convierte la discapacidad de los niños en virtud trabajando con las familias. A Pasión Vega, porque es una ráfaga fresca, una voz dulce, y aquí lo necesitamos para compensar la dureza de la vida. José Mercé, aquí donde en las venas no hay sangre sino flamenco. Méndez de Lugo podría traer una Justicia cercana. La dueña de los hoteles Fuerte, porque yo querría un hotel aquí. Yo me los traía a todos.

-Catedrático de Derecho del Trabajo, redactó el Estatuto de los Trabajadores y este año cumplirá 67 ¿atrasaría la jubilación?

-Yo tengo asegurada la pensión aunque amplíen el límite, pero es algo que hay que prever dentro del Pacto de Toledo. Hay que debatirlo sin intereses electorales y sin llevar nada prefijado, ver a quién afecta cada cosa y la voluntariedad: en la universidad no importaría jubilarse a los 67 o a los 70, pero en la mina debería ser antes. Y se debe lograr consenso.

PERFIL: Calambres y un subidón. Su biografía es vertiginosa: nacido en Medina Sidonia (Cádiz) en 1943, empezó como cura obrero en la barriada gaditana del Cerro del Moro y acabó de Defensor del Pueblo Andaluz en 1995. En paralelo fue profesor, logró una cátedra de Derecho del Trabajo en la Universidad de Sevilla y redactó el Estatuto de los Trabajadores. A los 60 años aceptó volver a primera línea y liderar el plan del Polígono Sur, donde desarrolla un trabajo que hace ya tiempo que barrunta que debería convertirse en un modelo exportable a otros lugares donde la miseria aliada con el olvido social haya cuajado en marginación. Casado y con dos hijas, la Medalla de Andalucía le ha hecho sentir ahora que se reconoce la labor que lleva 40 años realizando, en favor de los que tienen menos que nada, “cuando ya había asimilado que en esto no hay reconocimientos ni pagos, que tienes que hacerlo sólo porque te lo crees, por pura utopía”. Por eso, recibir el domingo la máxima distinción que concede la comunidad le ha dado “calambres y un subidón muy grande”.