Por elegancia no quiso estar presente mientras los diputados metían uno a uno la papeleta en la urna, pero cuando fue elegido nuevo Defensor del Pueblo con 103 votos a favor y uno en blanco no ocultó su alegría. Eso es empezar bien, dijo minutos después en su primera rueda de prensa en el Parlamento. Jesús Maeztu tomará posesión a principios de la próxima semana de un cargo que ya ocupó durante un año en 1995. Esta casa forma parte del itinerario de mi vida pero ya no es la misma; ha crecido mucho, se ha reforzado. Han hecho un trabajo excelente, inmejorable, admitió. Fue su reconocimiento a la labor de su antecesor, José Chamizo, que tras 17 años en el puesto acaba de dejar la institución escaldado después de la dura reprimenda que le dio a la clase política. Ayer no estuvo presente en la designación de su sucesor en la Cámara. Maeztu sabe que la comparación con Chamizo es inevitable, pero aún así pidió a los periodistas que traten de no hacerlo. Cada uno tiene su estilo, dijo. Sus perfiles, sin embargo, son muy parecidos. Chamizo es cura y Maeztu lo fue durante nueve años y ambos han dedicado sus vidas a trabajar por los más desfavorecidos. El nuevo Defensor (Medina Sidonia, 1943) comenzó en el Cerro del Moro, un populoso barrio gaditano en el que la pobreza hace estragos y del que fue párroco con 25 años. Profesor titular de Derecho del Trabajo en la Universidad de Sevilla, Medalla de Andalucía en 2010, ha dedicado la última década a luchar por levantar una de las barriadas marginales de Sevilla desde el cargo de comisionado para el Polígono Sur. Ahora, con 70 años, vuelve a la que fue su casa en el 91 fue nombrado adjunto al Defensor. Maeztu prometió ayer que hará valer el mandato del Defensor, que no es otro que el de trabajar con autonomía. No le tengo miedo a la imparcialidad porque ya la he practicado, aseguró. Su estilo: la magistratura de la persuasión. La semana pasada se reunió con Chamizo, pero hasta que no tome posesión y conozca la vida interna de la institución no quiere desvelar sus prioridades. Eso sí, dejó claro que estará en la calle para saber de primera mano los problemas de los andaluces. En principio se plantea permanecer en el cargo solo un mandato (cinco años). Los refrescos son buenos en las instituciones y, además, otra cosa sería comprometer a mi familia, señaló. Maeztu negó que su nueva responsabilidad sea incompatible con el trabajo de su mujer, funcionaria en la Junta de Andalucía y ahora adscrita a la Consejería de Sanidad y Bienestar Social. Aclaró que su pareja no es un alto cargo de la administración sino una funcionaria con más de 30 años de servicio y cuyos nombramientos en los distintos cargos que ha ocupado han sido siempre por concurso y publicados en el BOJA. En cualquier caso, dijo que se inhibirá de cualquier decisión de la institución que pudiera incurrir en incompatibilidad. Seré lo más exquisito posible. Quizás por eso eludió valorar el nuevo trabajo de su antecesor en una ONG: estudiar la relación entre el narcotráfico y la política.