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Magia y vanguardia en una mañana de tradición y fe

Los altares del Corpus decaen en cantidad y calidad. La calle Francos deparó uno de los senderos más palpitantes para ver exornos

el 30 may 2013 / 21:00 h.

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Procesión del Corpus en Sevilla. / Foto: José Carlos Cruz (Atese) Lo ven, ahora no lo ven. Los altares del Corpus representan un extraordinario ejemplo de arquitectura efímera. Quizás en exceso. Porque algunos parecen obras de prestidigitadores de lo sacro. En cuanto da dos pasos la Custodia, estos desaparecen. “Es que teníais que haberlos venido a ver ayer [por el miércoles] por la noche", explicaba espontáneamente una señora a un matrimonio argentino más pendiente de los exornos de este día grande de la Iglesia que de los pasos propiamente. El profano que asiste a una mañana de Corpus por vez primera se siente algo perdido, cuando no directamente desorientado. Se percibe que es un día de alto copete porque todo hijo de vecino sale a la calle como si fuera a hacer la primera comunión. Pero no atina uno a comprender si la devoción está entre los flecos de los mantones que se asoman a los balcones, en los altares a pie de calle o en las representaciones escultóricas, algunas muy metafóricas, que se muestran en ciertos escaparates. Tal vez las mayores esencias místicas de esta mañana residan propiamente en el cortejo del Corpus, pero ningún hombre de Dios podrá negar que hay quien siente al Altísimo en detalles mucho más humildes, como el singular olor que inunda el Centro por mor de esa hierba exquisita que es el romero pisado que se acumula. Desde hace dos años los altares del Corpus han decaído en calidad y en cantidad (¿le echamos también la culpa a la crisis?), seguramente por eso los que hay o pasan menos desapercibidos o se les da más cariño vaya a ser que uno de estos años se les dé el finiquito a sus montadores y, ¡zas! otra tradición para ser recordada en estampas. Dos corpulentos cofrades de medalla al pecho, corbata con color de túnica de Miércoles Santo y pin en la solapa vigilaban y controlaban los accesos de júbilo que el altar de la calle General Polavieja despertaba en un grupo de turistas que, por la justa acumulación de tópicos estéticos que podrían adjudicársele, llamaremos cariñosamente guiris. "¿Nos podemos hacer una foto con el Niño Jesús?", interrogaba la líder de la expedición. Claro mujer, mira que la pregunta, también podéis llevároslo a comer adobo al Blanco Cerrillo y luego ya si eso lo traéis de vuelta. Menos mal que la ocurrencia no se repitió cuando, alcanzada la Plaza de San Francisco, contemplaron a la Virgen de la Hiniesta en el que es uno de los altares más fotografiados de todo el Corpus, por su ubicación, por majestuosidad y porque, a qué negarlo, esa angelical imagen trae consigo un intangible tesoro, el más apreciado por los sevillanos de pro, una procesión, la que tuvo lugar por la tarde, con sus hermanos de papeleta de sitio, sus cirios mediante y su itinerario recoleto. Mientras San Fernando con su blandiente espada evolucionaba de singular manera en su paso por el Salvador enfilando la Cuesta del Rosario, había quienes no quitaban ojos al altar de la Colegiata del Salvador, un clásico entre los clásicos de esta jornada bulliciosa en la que Sevilla ofrece tantas maneras de verse con Dios. También sobrevuela la fe por los balcones, erigidos muchos de ellos en mausoleos de los mantones de postín, como la colección que podía verse en algunas terrazas de la calle Sierpes, unos sobre otros, trazando triangulares tramas geométricas y cuidando la combinación de colores, especialmente en las Cuatro Esquinas de la calle San José. También se veían algunos más modestos, en las más a trasmano Acetrés y Rivero. Especie de ruta paralela al recorrido oficial del Corpus, la calle Francos –donde también podía admirarse el altar de la hermandad de San Isidoro, vencedor del concurso de este año– deparó una vez más uno de los senderos más palpitantes de este día por los numerosos comercios que transforman sus escaparates en una Feria del Belén, sin Feria ni Belenes, pero con parecida voluntad de exhibición de arte sacro en miniatura. Exaltar la Eucaristía puede hacerse de una forma sencilla: invocando el pan y el vino bajo la atenta mirada de alguna amable advocación o, de una manera más compleja. Y se conoce que algunos empresarios deben ser muy seguidores de Arco y otros certámenes de arte contemporáneo por cómo lucieron algunas composiciones llenas de hemeneútica; un cofre de plata cerrado aquí, un magnolio y un racimo de uva allá y una crucecita de madera por medio. Ponga un crucigrama en su vida religiosa. Que no se diga que ir de capillas es coser y cantar para el intelecto.

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