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Magnífica producción

La Compañía Nacional de Teatro Clásico representa estos días en el Lope de Vega la clásica obra de Calderón en una propuesta con grandes medios.

el 08 feb 2013 / 08:56 h.

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Una escena de La vida es sueño, según la representa la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
LA VIDA ES SUEÑO ****

Teatro Lope de Vega , del 6 al 10 de febrero. Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico. Autor: Calderón de la Barca. Versión: Juan Mayorga. Dirección: Helena Pimienta. Intérpretes: Marta Poveda, David Lorente, Blanca Portillo, Fernando Sansegundo, Rafa Castejón, Pepa Pedroche, Joaquín Notario, Pedro Almagro, Ángel Castilla, Óscar Zafra, Alberto Gómez, Anabel Maurín, Mónica Buiza, Damián Donado, Luis Romero.

Una magnífica producción y un reparto de lujo, es la base de este nuevo montaje de La vida es sueño, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que a pesar de la crisis, o tal vez por ella, no ha escatimado en medios ni artísticos ni económicos para hacerle los honores necesarios al inmortal Calderón de la Barca. Y desde luego que se los hace.

De entrada, el texto ha sido versionado por un dramaturgo contemporáneo de reconocido talento: Juan Mayorga, quien lleva a cabo un particular ejercicio de fidelidad, ya que, aunque respeta la trama, el verso y la estructura de la obra original, se centra sobre todo en destacar la búsqueda y defensa de la verdad, tanto del personaje central como de la protagonista femenina, Rosaura a quien dibuja como una luchadora aunque al final de la obra deba plegarse ante el rey por su doble condición de mujer y súbdito. En ese sentido cabe destacar la fuerza y entrega que Marta Poveda imprime a este personaje, a pesar de que la voz no acabara de acompañarle.

Aunque como era de esperar quien de verdad se luce es Blanca Portillo quien, con una genial interpretación, dota a su personaje de una personalidad tan compleja como impactante. Tanto es así que al término del conocido monólogo que reflexiona sobre la distancia entre el sueño y la vida, una parte del público la interrumpió con una sentida ovación.

La puesta en escena de Helena Pimienta imprime a la obra una estética contemporánea, aun cuando reproduce un espacio escénico que sitúa a la obra en su época. Para ello se sirve de una escenografía conceptual que, aunque remite a una estética medieval, rompe con las coordenadas espaciales que marca la obra original situando el palacio y la torre en el mismo espacio, gracias a un elemento tan sencillo como simbólico: un sótano sugerido con unas puertas en el suelo. Con ello Pimenta otorga un ritmo muy fluido al relato, a pesar de las numerosas entradas y salidas de los numerosos personajes secundarios que conforman la historia.

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