Economía

Mala hierba a vista de ‘dron’

Un grupo de investigación de la Universidad de Sevilla desarrolla un vehículo aéreo no tripulado que detecta con infrarrojos las plantas no deseadas para aplicar los herbicidas exclusivamente en la zona señalada.

el 16 jun 2014 / 21:39 h.

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El equipo de investigación que lidera el profesor Manuel Pérez, tercero por la izquierda, haciendo un trabajo de campo. / El Correo El equipo de investigación que lidera el profesor Manuel Pérez, tercero por la izquierda, haciendo un trabajo de campo. / El Correo El campo también necesita la tecnología para continuar mejorando su productividad. Renovarse o morir, podría ser el lema. Los drones –tan de moda y vigilados últimamente– también se están comenzando a aplicar en el terreno de la agricultura. Desde arriba todo se ve mejor y es más fácil detectar dónde están esas malas hierbas que consumen recursos de la tierra y dificultan que la cosecha vaya creciendo a pleno rendimiento y sin impedimentos. Para poner remedio a las malas hierbas de forma precisa y no malgastar energías ni herbicidas indiscriminadamente, el grupo de investigación Mecanización y Tecnología Rural de la Universidad de Sevilla, que lidera el profesor de la ETS de Ingeniería Agronómica de la Hispalense, Manuel Pérez, está inmerso en un proyecto para utilizar herramientas de precisión y establecer «un manejo sostenible del control de la mala hierba y del riego» en dos de los cultivos en línea más importantes de Andalucía: el tomate y la remolacha azucarera. ¿Y esto qué es exactamente? Pérez lo explica de forma clara: «Habitualmente se aplican herbicidas contra las malas hierbas de forma todo terreno –en el 100 por cien de la plantación– independientemente de que la mala hierba esté concentrada exclusivamente en una zona». Con este dron y los diversos programas informáticos que llevan dos años desarrollando, saben con certeza en qué punto se encuentra la mala hierba y el herbicida se aplicará únicamente en esa zona, con la lógica reducción de costes de producción para el agricultor», puntualiza el profesor universitario. El vehículo aéreo no tripulado trabaja con rayos infrarrojos. / El Correo El vehículo aéreo no tripulado trabaja con rayos infrarrojos. / El Correo Este dron puede trabajar con un sistema RGB –fotografía convencional– o a través de rayos infrarrojos. «Con el primer sistema no se detecta la mala hierba porque es verde al igual que el cultivo que queremos preservar. El infrarrojo, por su parte, nos da unos parámetros que nos dicen con precisión cuál es y dónde está creciendo la mala hierba», precisa el experto. Con todos estos datos, que se transmiten directamente a un ordenador, el tractor encargado de aplicar el tratamiento contra las plantas no deseadas recibe las coordenadas exactas y mediante un GPS se desplaza al punto exacto para trabajar con el herbicida. «El tractorista no tiene que hacer prácticamente nada, todo está controlado electrónicamente y en dos o tres horas puede estar listo el tratamiento», precisa el profesor universitario. Esto, beneficia a los costes del agricultor y debe provocar que el producto sea más competitivo en el mercado. Es decir, a mejor precio para el consumidor. 70.000 euros. Este trabajo se enmarca dentro de los proyectos de excelencia 2012 de la Junta de Andalucía para jóvenes investigadores menores de 35 años. La dotación asciende a 70.000 euros, una cantidad que Pérez calificó como «importante para hacer cosas interesantes» y que ha permitido incluso contratar a una persona para trabajar en este proyecto. Técnicamente, usando un léxico para expertos en la materia, este grupo de investigación ha empleado sensores optoeléctricos y de posicionamiento en tiempo real. Ha desarrollado modelos y algoritmos para la identificación de plantas de cultivo basados en metodología de clasificación supervisada. Y estos modelos se aplican a las imágenes multiesprectales tomadas desde vehículos aéreos no tripulados. Este proyecto también tiene una línea de trabajo para mejorar la aplicación del agua de riego. El objetivo es validar un modelo de «programación variable» del regadío a escala de la parcela. Es decir, estudiando diversos parámetros –humedad, temperatura, etc– se establecerá mapas de sectorización para una aplicación diferenciada del agua de riego en cada parcela.

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