Cultura

Mano a mano histórico en el Palau de Barcelona

La primera edición del festival Con F de Flamenco, organizado por la Factoria Flamenca de Toni García, se ha saldado con un éxito extraordinario tanto de público como de arte. Más de 4.000 entradas agotadas en los dos días del certamen van a ser un buen acicate para que en 2010 el evento crezca y se celebre en las cuatro ciudades de Cataluña.

el 15 sep 2009 / 21:57 h.

La primera edición del festival Con F de Flamenco, organizado por la Factoria Flamenca de Toni García, se ha saldado con un éxito extraordinario tanto de público como de arte. Más de 4.000 entradas agotadas en los dos días del certamen van a ser un buen acicate para que en 2010 el evento crezca y se celebre en las cuatro ciudades de Cataluña.

El marco elegido para esta primera edición del festival ha sido el Palau de la Música de Barcelona, símbolo del modernismo y el nacionalismo catalanes, el templo de la música de esta gran ciudad y de toda Cataluña. Fue en 1974 cuando un cantaor contestatario, el sevillano Manuel Gerena, abría este templo al cante jondo llenándolo de andaluces que habían emigrado a Cataluña huyendo del hambre que había en Andalucía.

Ahora no son sólo andaluces los que llenan el Palau; es más, son los que menos van a este tipo de acontecimientos. A los catalanes más castizos les encanta lo jondo. O sea, a los biznietos de aquellos que llenaban los teatros en el XIX para disfrutar del baile de Antonio el Pintor, del cante de Juan Breva y de la guitarra de Paco el de Lucena. A pesar de que algunos diarios de Barcelona los machacaban por haber cambiado a Puccini por los gorgoritos de Paco el Gandul, el cantaor de Cantillana.

Tanto gustaba lo flamenco en Barcelona, que un diario nacional hablaba ya entonces de plaga flamenca. Pero ya ha llovido y ahora esperan a los flamencos en el aeropuerto de Prat para entrevistarlos. Arcángel, el Pele, Dorantes y Miguel Poveda, los únicos artistas que han participado, se han encargado de dejar claro que son primeras figuras capaces de llenar un teatro como el Palau y de enloquecer a los catalanes más catalanes. Arcángel obtuvo un éxito sin precedentes el pasado 15 de enero, compartiendo escenario con el pianista Dorantes. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa en Barcelona, lo mismo en el bar del célebre Pinocho, del Mercado de Boquerías, que en los más modernos y lujosos bares de copas de la Rambla.

Se habló tanto de la gesta de Arcángel y Dorantes, que el pasado miércoles decidimos acudir a la clausura del festival. Lo cerraban el Pele y Miguel Poveda, en un mano a mano que levantó una gran expectación. Como era de esperar, el Palau se llenó de aficionados; era impresionante ver lleno hasta la lámpara aquel teatro, con muchos andaluces, pero con una gran mayoría de catalanes que le gritaban al Pele, en andaluz: "¡Que Dios te bendiga, Pele!". Y el cantaor cordobés, emocionado por su debut en el Palau, se llevó toda la noche diciendo lo mismo: "¡Que Dios os bendiga a todos!". Y nos bendijo, porque fue una noche de puro escalofrío.

El Pele es un cantaor delicado, de inspiración, una especie de Curro Romero del cante jondo. Pero algo vería el gitano que le gustó, cuando de su privilegiada garganta le salía la voz a chorros, una voz gitana que recordó más que nunca a la de Caracol y que cambiaba de brillo de las alegrías a las bulerías y de las malagueñas a las seguiriyas. Pero donde mejor sonó fue en las tonás de remate, con las que destempló al Poveda, quien llevaba dos años sin cantar ante sus paisanos y quiso hacer alarde de su catalanismo, de lo que en Sevilla ejerce un poquito menos.

Cuando salió al escenario del Palau, el público se puso en pie y le dio una ovación que ya la firmaría hoy Montserrat Caballé. Los catalanes están orgullosos de este sevillano de Badalona, de este andaluz de Cataluña, de este catalán del Barrio de Santiago de Jerez, de este artista que es ya un poco de todas partes. Y él lo agradece entregándose, como lo hizo el pasado miércoles en el Palau.

Con Chicuelo a la guitarra, otro catalán flamenco, el Poveda se dejó el alma en soleares y seguiriyas, alegrías y tangos, bulerías y malagueñas. Sin brillo en la voz y con escasa profundidad en los estilos más serios, se metió al público en el bolsillo con sus recursos de siempre, vendiendo bien el cante y las poses. Pero, eso sí, echando por la garganta auténtica miel. La solera, en cambio, la puso el Pele. Siempre la suele poner el que la tiene.

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