Cultura

Manolo Sanlúcar comparte el alma en sus memorias

El gran guitarrista de Sanlúcar de Barrameda acaba de publicar El alma compartida, sus memorias, con la editorial Almuzara. Es un libro de quinientas páginas donde el artista desnuda su alma. Foto: El Correo.

el 14 sep 2009 / 22:13 h.

El gran guitarrista de Sanlúcar de Barrameda acaba de publicar El alma compartida, sus memorias, con la editorial Almuzara. Es un libro de quinientas páginas donde el artista desnuda su alma.

El guitarrista Manolo Sanlúcar lleva cincuenta años tocando la guitarra, que se dice pronto. "Hace unos días me puse a repasar lo que he hecho como artista, en estos cincuenta años, y me asombré yo mismo", nos confesó hace poco. "Y parece que no he hecho nada...", se lamenta el músico.

El alma compartida es una obra escrita por el propio Manolo Sanlúcar, quien podría haberse dedicado a escribir porque lo hace maravillosamente. Da una lección en sus memorias, que deberíamos aprender todos los que amamos el flamenco y escribimos sobre él. Pero El alma compartida, es también un libro duro, una obra literaria en la que su autor cuenta los episodios de su apasionante y agitada vida con una crudeza y una sinceridad increíbles.

El capítulo dedicado a su hijo, por ejemplo, es espeluznante. Isidro, Nano, su único hijo, se murió hace pocos años en plena juventud y dejó a Manolo destrozado psicologicamente, como es normal.

A raíz de su fallecimiento, el guitarrista se refugió en la sierra y pasa los días con sus ovejas, "que llenan de vida el silencio opaco de mis soledades", su caniche Kuki, "que cada día me saca la sonrisa precisa", su cansado olivar, "que me presta el aceite con el que bendigo el día en las tostadas rubias de mi desayuno".

Es una delicia leer estas memorias en las que, por cierto, el artista no presume de nada ni cansa al lector con una cronología de sus innumerables éxitos. Son unas memorias atípicas, si tenemos en cuenta que Manolo Sanlúcar es, ante todo, un artista flamenco, aunque haya atravesado el dintel de la universalidad con sus composiciones, que interesan dentro y fuera del planeta de lo jondo. Si Pepe Marchena hubiera escrito las suyas, que no lo hizo, se hubiese encargado de decir mil veces lo que había aportado al cante jondo.

Manuel Muñoz Alcón, Manolo Sanlúcar en los carteles, desnuda su alma compartida y nos relata su vida, en el arte y fuera del arte, con una humildad insólita. Escribe de su familia, de su esposa Ana, de su relación con la política, del día a día de aquel niño que se codeaba en las compañías con artistas de la talla de Pastora Pavón, la Niña de los Peines, El Pinto, Marchena o Valderrama; del dinero, el amor, etc.

Le dedica un capítulo al suicidio, y dice cosas como ésta: "La vida no es de Dios, sino del que la sufre", en relación a la eutanasia o el suicidio. Habla también de la posibilidad de quitarse la vida él mismo, pero cree que si lo hace no podrá reencontrarse con su hijo, que es el momento que espera con más impaciencia. No dejen de leer este hermoso libro de Manolo Sanlúcar.

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