Cultura

Manzanares arrasa de nuevo y se corona como rey de El Puerto

El espectáculo volvió a estar precedido de problemas en los corrales.

el 21 ago 2010 / 21:20 h.

La goyesca puso fin a la temporada de verano en El Puerto, y lo hizo con el ya inevitable guateque de corrales y un levantazo de libro que habría hecho relamerse al hombre del tiempo más circunspecto. Pero no era de recibo, con el agravante de la reincidencia- que una vez más hubiera que esperar a las tres y media de la tarde para sortear los lotes de un encierro remendado con dos ejemplares de Gavira. Afortunadamente, el mejor Manzanares nos reconcilió con el toreo, que se defiende sólo cuando se convierte, como ayer, en arte mayor.

El alicantino volvía a El Puerto con aura de triunfador. Hubo más garra que perfección en el recibo capotero instrumentado al segundo de la tarde, que acabó resolviendo con chicuelinas y una media barroquizante. El toro hizo cosas excelentes en banderillas y el torero quiso abrigarse del fuerte viento en las rayas del sol. Avisado por el izquierdo, Manzanares basó su trasteo sobre la mano derecha, dibujando una faena que viajó de la expresión desgarrada del inicio al relajo de su curso final. Tuvo sus complicaciones el toro de Cuvillo, que habría rentabilizado mejor su castita en los medios.

Aunque el hilo no fue siempre continuo, hubo muletazos de composición escultórica, de largo metraje y ritmo sinfónico. Para despejar dudas, Manzanares lo reventó con un estoconazo de los suyos y cortó dos orejas aclamadas. Con el boyante y manso jabonero que hizo quinto volvió a mecerse en ese toreo imperial que hizo crujir la plaza cuando, arrebujado de toro, cosió un cambio de mano a un molinete que sirvió de clarinazo de lo que vendría después. Manzanares se rompió toreando a pesar de que el animal, muy rajado al final, buscaba el abrigo de las tablas. Pero no le importó, lo exprimió hasta el máximo en una faena imaginativa que lo terminó de coronar como rey absoluto de El Puerto.

El primero había sido un tío con toda la barba, primer remiendo de Gavira, que reventaron en un tremendo puyazo. El animal iba y venía sin convicción, acusando el duro castigo recibido y cuando parecía que la faena iba a quedar en esbozo, Morante dibujó tres o cuatro naturales que encendieron la esperanza. Pero la cosa se quedó ahí. Nunca debió permitir al picador emplear toda la artillería. Mal asunto. El de la Puebla volvió a dibujar dos verónicas de cartel al inválido y noble novillote que salió en cuarto lugar y se templó toreando con la muleta en una larga faena: en los ayudados primero, en sedosos y comprometidos derechazos después. Ahí quedó el minueto. El toro no tuvo gasolina para más.

Daniel Luque se salió del pellejo toreando de capa al tercero de la tarde, al que quitó por apretadísimas chicuelinas. Firme como una vela en los muletazos por alto que abrieron su faena, Daniel Luque se relajó y gustó en el toreo fundamental en el inicio del trasteo, acoplado con la bondad y la clase de un toro que fue más claro por el derecho. Inexplicablemente, su labor entró en un bache argumental que el joven diestro remedió sólo a medias. Fue como ver a dos toreros distintos con el mismo toro y de la ilusión, volvimos a las dudas... El reservón sexto, segundo parche de Gavira, no permitió despejarlas. El toro desparramaba la vista, no iba claro y en la faena hubo más fachada que cimiento.

  • 1