Toros

Manzanares, con tres orejas, triunfador de la corrida de El Puerto

Una tarde de lleno con mucha expectación, en la que Finito de Córdoba y Morante de la Puebla se fueron de vacío.

el 11 ago 2014 / 00:19 h.

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Plaza REAL DEL PUERTO Ganado: Se lidiaron seis toros de Zalduendo, de justa presentación. El primero, cortito de fuerzas, tuvo calidad. El segundo fue un sobrero que se rompió un pitón en el último tercio; noble, rajado y boyante el tercero; sosito y tardo el cuarto; el quinto fue otro sobrero sin fuerzas y el sexto resultó bravo. Matadores: Finito de Córdoba, de aviador y oro, ovación tras aviso y ovación. Morante de la Puebla, de pomelo y oro, ovación y silencio. José María Manzanares, de azul noche y oro, oreja y dos orejas. Salió a hombros. Incidencias: La plaza casi se llenó en tarde de agradable temperatura. Destacó con los palos Curro Javier y Rafa Rosa con el capote La tarde parecía sentenciada cuando salió el sexto, un bravo ejemplar de alegre embestida que se alió a la disposición de Manzanares, que se afinó con la banda de Los Barrios y el pasodoble La Concha Flamenca para despedir con buen sabor de boca el festejo. Ayer se había marcado el vértice de la expectación de este abono veraniego de transición que debe marcar nuevos tiempos en el signo declinante de la inmensa plaza real. Y aunque el Manzana se había llevado el lote no había terminado de afinarse por completo con el tercero, un ejemplar rajadito pero de excelente son al que toreó con limpieza en una faena pulcra y bien trazada a la que le faltó el clamor de la parroquia. Un pinchazo y una estocada contundente pusieron en sus manos la primera oreja de la tarde. Pero lo mejor estaba por venir. La corrida parecía vista para sentencia cuando salió ese sexto de galope incesante que nos permitió reencontrarnos con los mejores registros de Manzanares, progresivamente recrecido en un largo trasteo armónico y luminoso que quitó los sinsabores y los accidentes que ha bían marcado el desarrollo de la corrida. Una estocada contundente puso en sus manos las orejas y le aupó a hombros del personal. La cosa acababa bien. Pero el caso es que entre unas cosas y otras no hay forma de ver en plenitud a ese Morante de los acontecimientos premeditados que aparca su autobús en la puerta de las plazas marcadas en su agenda de eventos. Ayer tuvo la negra, materializada en la fragilidad de los pitones de los toros de Zalduendo, la ganadería que ha adquirido su poderoso apoderado dentro de su amplio desembarco taurino en las tierra de la Madre Patria. La primera culpa la tuvo un sobrero que había anunciado cositas muy buenas después de sustituir al titular, que se despitorró contra las tablas. Lo que entonces pareció un mero accidente se acabó convirtiendo en una maldición y el sustituto también se dejó un pitón en la tronera de un burladero por la impericia y brusquedad de la cuadrilla. Con el pie torcido. El diestro cigarrero tampoco había venido a pasearse a orillas del Atlántico y había embelesado al personal con una lidia escénica, un ramillete de verónicas y un precioso quite por chicuelinas que espantaron el viento de Levante. Pero el pie estaba torcido y hubo que esperar al abanto quinto para terminar de sentenciar el signo adverso de su tarde. Nadie podía dar crédito cuando ese quinto también se rompió un pitón como una caña picada en el peto del caballo de picar. Salió el segundo sobrero entre la rechifla del personal, que a esas alturas andaba loco por coger la puerta sin saber lo que aguardaba en el sexto. En ese punto aún quedaban dos. Ese quinto bis, sin fuerza, sólo dejó a Morante estirarse a chispazos en el inicio de una faena que no pasó de ahí, de los esbozos que preludiaron una estocada estropajosa. Finito había enamorado a propios y extraños con una faenita de evocaciones y realidades que enseñó la calidad de su intérprete. El diestro cordobés le había soplado al primero una verónica y tres medias que alegraron las pajarillas de los que no tienen que oir historias recientes para conocer la auténtica dimensión de su torero preferido, que anda sumando vejez y viruelas. La verdad es que el Fino estuvo sembrado por ambas manos y se mostró pleno de expresión en una faena que concluyó con ayudados de cartel y una estocada insuficiente. Aún hubo más: algunos muletazos con un cuarto de escasa gasolina al que toreó con limpieza y trazo limpio sin cansarse de estar en la cara.  

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