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Maquinarias para la diferencia

Aterrizo en el aeropuerto Gatwick de Londres. No hay ningún problema. Enseño el carnet de identidad. Me desean una feliz estancia. No me asombra. Estas cosas las hacemos las personas ¿cierto? Sales de un lugar y vas a otro. Allí te reciben y las normas de educación establecen que el tratamiento debe ser agradable

el 15 sep 2009 / 09:34 h.

Aterrizo en el aeropuerto Gatwick de Londres. No hay ningún problema. Enseño el carnet de identidad. Me desean una feliz estancia. No me asombra. Estas cosas las hacemos las personas ¿cierto? Sales de un lugar y vas a otro. Allí te reciben y las normas de educación establecen que el tratamiento debe ser agradable.

Llueve. En Sevilla hace calor. Bastante calor. Así que, en un ataque de nostalgia, conecto con la televisión española vía internet. Entre las noticias observo que también hay otras personas que han salido de un lugar y van a otro. Pero lo que reciben no son puertas abiertas y deseos de feliz estancia. Llegan en pateras a Canarias, Málaga y Granada. Hombres, mujeres y niños hacinados. Éstos han sobrevivido. Han tenido suerte. Eso sí que asombra.

¿Qué principio establece un trato tan desigual? ¿Qué modelo de sociedad justa puede tolerar semejante desequilibrio? El meollo de la cuestión comienza con el miedo a perder lo que uno posee. Vivimos protegidos por poderosas fronteras levantadas para no perder lo que disfrutamos. No importa cómo lo hemos conseguido. No es admisible una maquinaria de funcionamiento que nos lleva a tales escenas.

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