La muerte del bebé marroquí Rayan por una negligencia médica en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid exige una exhaustiva investigación para llegar hasta el fondo de los dramáticos hechos. Lejos de excusarse en la fatalidad, agudizada por el hecho de que la madre fallecida fuera rechazada varias veces en urgencias del mismo hospital, la comunidad de Madrid está obligada a revisar los protocolos de actuación, los métodos de trabajo y los sistemas de organización para detectar si existen debilidades en el sistema asistencial público. Las autoridades sanitarias deben reflexionar sobre la asignación de recursos humanos y materiales a los hospitales públicos, si estos son los adecuados, sobre todo en áreas sensibles como la de prematuros y cuidados intensivos, donde un error de la magnitud del ocurrido puede tener un resultado fatal. Las administraciones deben determinar si una joven enfermera en su primer día de trabajo puede actuar sin el acompañamiento de un responsable que tutele su labor. Es meritoria la respuesta de la dirección del hospital reconociendo el gravísimo error sin poner excusas, algo infrecuente en los gestores de la sanidad pública. No quedaba otra salida ante la magnitud del fatal error que ha costado la vida de un bebé sano, salvado de la fatalidad del reciente fallecimiento de su madre al que el virus de la gripe A le precipitó la muerte. Urge llegar hasta el final en este caso, tanto como evitar demonizar a la sanidad pública, que en España está dando buena muestra de progresos y terapias que la sitúan a la vanguardia de Europa. Quizá por eso el caso ha provocado tanto impacto en la opinión pública. ¿Cómo puede ocurrir algo así en España? Si la comunidad de Madrid revisa a fondo su modelo de gestión pública sanitaria, quizá encuentre márgenes de mejora suficientes para situarse al nivel de otras comunidades. Es hora de analizar los posibles fallos del sistema para que nunca más se repita.
