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Mariscal hasta en el banquillo

Puede inscribir su nombre junto a los de Ramón Encinas, Patricio Caicedo y Juande Ramos, los únicos técnicos sevillistas que han llevado títulos a las vitrinas de Nervión. La ocasión la pintan calva.

el 18 may 2010 / 16:16 h.

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Ni el propio Antonio Álvarez Giráldez (Marchena, 10 de abril de 1955) se imaginaba algo así hace tan sólo un par de meses. Mañana, a mil kilómetros de su casa, puede convertirse en uno de esos privilegiados que figuran en el selecto club de entrenadores que han conquistado algún título con el Sevilla.

Ramón Encinas, Patricio Caicedo y Juande Ramos -de quien fue segundo de a bordo- le esperan entre los elegidos. Ganar la Copa del Rey, tras la agónica pero no menos meritoria clasificación para la Liga de Campeones, le permitiría poner un broche de oro a su, por ahora, corta trayectoria como responsable del plantel.  

Antonio Álvarez ha sido cocinero antes que fraile. Subió al primer equipo del Sevilla procedente del filial en la temporada 1975/76 y defendió su escudo hasta la temporada 1987/88, dejando atrás 296 partidos en la máxima categoría. Casi nada. Después de jugar los dos años posteriores en el Málaga y en el Granada, colgó las botas e inició su andadura por los banquillos.

Durante su carrera como futbolista recibió el sobrenombre de El Mariscal del área. Elegante jugando la pelota, siempre cabeza en alto, su buen hacer como zaguero llamó la atención de la selección. Fue convocado en tres ocasiones, aunque no llegó a debutar, si bien jugó un par de partidos con el equipo B y tres con el olímpico.

Posteriormente, Antonio Álvarez regresó al Sevilla para convertirse en mano derecha de técnicos como Marcos Alonso, Juan Carlos Álvarez, Joaquín Caparrós y Juande Ramos. La llegada de Manolo Jiménez con su grupo de trabajo hizo que el club le buscase acomodo en la secretaría técnica.

No era ése su deseo, pero supo sacar una lectura positiva de esta nueva faceta y esperar paciente su oportunidad. Oportunidad que le llegó el pasado 26 de marzo, cuando Luis Aragonés declinó la oferta del club para sustituir a Jiménez.

Antonio Álvarez no es mediático. Ni pretende serlo. Es un tipo sencillo, cercano, un histórico de la entidad que intenta hacer carrera como técnico. No le obsesiona la ropa cara, no alardea de su condición de sevillista. Simplemente lo es y lo vive. Y es precisamente su carácter llano, accesible, el que le ha permitido abrir sin chirriar la ventana del vestuario para que entraran nuevos aires en un vestuario tocado tras los últimos coletazos de la era Jiménez.

Uno de sus grandes triunfos hasta el momento ha sido cambiar la cara a los jugadores. Su pasado como segundo de Juande le ayuda. Aquella etapa le permitió convertirse incluso en un buen amigo de muchos futbolistas del actual plantel, en un confidente, y ese mismo respeto que se ganó entonces compartiendo horas y horas de viajes y charlas lo recibe ahora de esos mismos jugadores. 

"Mi futuro es algo que no me preocupa lo más mínimo. Me importa un rábano lo que digan de otros entrenadores, que si podrían venir o fichar... Pero también es normal que tengas ilusión por seguir", admite. ¿Recibirá ese enorme premio?

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