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Más candados por amor

Tras atiborrar el Puente de Triana, cientos de jóvenes trasladan esta patética moda al de San Telmo y otros lugares de Sevilla.

el 02 ago 2011 / 19:14 h.

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Cuando apareció el primero en el Puente de Triana, hace unos tres añitos ya, los paisanos menos viajados empezaron a preguntarse qué sería eso, si los restos de haber robado una bici o qué, mientras otros sospechaban que hasta aquí se había extendido la epidemia surgida en el Ponte Milvio de Roma (en Roma son muy de estas tonterías, de tirar moneditas a la Fontana di Trevi, poner candaditos en las farolas y esas cosas) y extendida por Centroeuropa a raíz (parece ser) de una novela de Federico Moccia: colocar un candado en señal de amor eterno y tirar la llave al río. Sabe Dios la de ferretería de esta especie que hay repartida por toda Sevilla, dado que ya se han visto también candados en los respaldos de forja de los bancos de la Plaza del Triunfo... y, desde hace un tiempo, igualmente en el Puente de San Telmo.   

Al principio fue uno, luego fueron 300 y a primeros de este mismo 2011 ya se habían retirado 2.500 de ellos sólo del Puente de Triana, foco local de la susodicha infección romántico-ferruginosa. Hace ahora exactamente dos años (cuando empezó a ponerse serio el asunto este), el entonces portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento y hoy alcalde, señor Zoido, ya expresó su rechazo a lo que por aquellas fechas daba la sensación de tratarse de una simple moda. Aquello parecía Doñana, de la de coto que había que ponerle: que si un peligro cuando llegara la Semana Santa, que si una cosa fea por demás... De modo que cabe suponer que, más pronto que tarde, la municipalidad procederá a quitarle los candados al Puente de San Telmo una y otra vez. Lo mismo hasta se cae, de lo bien cogido que está.

La imagen obtenida ayer habla bien a las claras. El fenómeno es especialmente llamativo en las terrazas o salientes del puente, a ambos lados del mismo aunque con mayor profusión en el que mira hacia la Torre del Oro (craso error: la otra acera mira a la muy decimonónica y almibarada y tísica Sevilla de los Montpensier, sin que este comentario suponga arenga alguna, que visto está que no les hace falta). Los hay que se han gastado una pasta en el candado de marras (total para qué, si las promesas, hasta las de hierro, se las lleva el viento si le da la gana). ¿No podía haber escrito Moccia que los enamorados amarraban billetes de 50 euros a las barandas? Se les van las mejores. 

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