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Más lluvias, menos incendios

Este año está siendo el mejor en la campaña contra el fuego en tres décadas

el 12 ago 2010 / 19:42 h.

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Equipos de emergencia en el fuego de Falces.

2010 va camino de convertirse en el mejor año en la lucha contra el fuego de las últimas tres décadas. Una de las causas de ello es, sin duda, la abundante lluvia caída durante la pasada primavera. Y es que, a fecha de 1 de agosto, los conatos (menos de una hectárea) y los incendios (más de una hectárea) sumaron 6.216, lo que supone 4.000 menos que el año 2009 y que la media de incendios de la última década.

En una entrevista con Efe, el decano del Colegio de Ingenieros de Montes de España, Carlos del Álamo Jiménez, indicó que, además, a partir de la segunda quincena de agosto el alto riesgo de incendios bajará globalmente para toda España. Por ello, será "muy difícil", agregó el decano, que las actuales estadísticas del Ministerio de Medio Ambiente registren modificaciones relevantes en cuanto al número de siniestros causados por el fuego y la superficie arbolada arrasada por las llamas.

Asimismo, según del Álamo, la superficie arbolada afectada no ha llegado este año a las 19.000 hectáreas, una proporción "muy pequeña" en comparación con los 18 millones de hectáreas de bosque que tiene en España. Esta cifra, añadió del Álamo, supone una disminución de alrededor del 80% en relación a los ocho primeros meses de 2009, periodo en el que prendieron más de 90.000 hectáreas arboladas.
Entre las causas que explican este buen comportamiento, el decano de los ingenieros españoles de montes señaló a las abundantes lluvias de la primavera pasada, una de las más frescas de la última década. De hecho, desde el 1 de octubre del pasado año hasta ahora, las lluvias han sido muy superiores a lo normal. El 15 de junio los valores medios se situaron en 701 litros por metro cuadrado, lo que supone un superávit de 159 litros y un 29% más de lo acostumbrado, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

Contra la opinión generalizada de que las lluvias producen más combustible en el campo, del Álamo informó de que ello no es significativo sino que lo relevante es la biomasa acumulada años atrás. "En sentido contrario, lo que hace la lluvia es mantener húmedo los montes durante más tiempo y, en consecuencia, existe una mayor dificultad de propagación del fuego", explicó el decano, quien recordó que el factor humano sigue siendo el principal causante de estos siniestros.

En este contexto, el decano subrayó que la importante reducción del número de incendios se ha producido en unas condiciones meteorológicas "muy complicadas", ya que el mes de julio ha sido muy caluroso, seco y con mucho viento.

Igualmente, del Álamo pronosticó que el riesgo de incendios descenderá de manera global en el país a partir de la segunda quincena de agosto. No obstante, se mantendrá el peligro en el noroeste del país, especialmente en Galicia, Asturias, norte de Castilla y León y la Meseta, al menos hasta que regresen las lluvias del mes de septiembre.

Respecto al reciente estudio divulgado por la Fiscalía de Medio Ambiente sobre el perfil del incendiario, del Álamo indicó que se fundamenta en una muestra demasiado pequeña para extraer conclusiones ajustadas. Este estudio, que se basó en entrevistas a 35 incendiarios forestales que se encontraban privados de libertad, mostraba el perfil del pirómano como el de un varón español, soltero, con una edad comprendida entre los 30 y los 58 años, con un trabajo de escasa cualificación, que abusa de sustancias, sobre todo alcohol, y que reside y trabaja cerca del lugar donde prende fuego.

Finalmente, del Álamo destacó que el monte rentable no arde, ya que se preocupan de cuidarlo sus dueños, los vecinos, la gente que los visita. Por ejemplo, el cultivo forestal del "denostado eucalipto" en Galicia es el monte que menos recorre el fuego, porque es el que más atención recibe al generar rentas económicas y dar empleo. Por otro lado, en España, no se aprovecha, mediante su transformación en madera, la totalidad del crecimiento anual de los montes, y lo que se queda sin utilizar se convierte en un grave riesgo para la propagación de las llamas.

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