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Cultura

Más luces que alma flamenca

El tema de Lorca, La Argentinita y las canciones populares ha sido ya tratado hasta la extenuación por flamencos, coreógrafos del clásico español, directores de teatro, etc. Es fácil caer en la españolada, en el tópico, como así ha sucedido en muchas ocasiones´.

el 15 sep 2009 / 16:22 h.

El tema de Lorca, La Argentinita y las canciones populares ha sido ya tratado hasta la extenuación por flamencos, coreógrafos del clásico español, directores de teatro, etc. Es fácil caer en la españolada, en el tópico, como así ha sucedido en muchas ocasiones. El valor flamenco de estas canciones populares es relativo, aunque importantes artistas del cante jondo, como la Niña de los Peines o Marchena, se dejaron seducir en su momento canciones como Los cuatro muleros o Anda Jaleo. A Rafaela Carrasco se le pueden discutir muchas cosas, pero, desde luego, es de las bailaoras que más se alejan del tópico, de la españolada folklórica. Es más bien todo lo contrario, ya que desde hace años viene buscando un espacio, sin irse del todo del flamenco, donde imponer su particular visión del baile. En Vamos al tiroteo, su visión de las canciones populares, destaca un buen trabajo escénico con interesantes coreografías y, sobre todo, un alarde luminotécnico que está más cercano al mundo de la magia que al del flamenco. Pero es todo oscuro, cuadriculado, con tendencia a lo depresivo, cuando las canciones populares, aunque algo manidas, son todo lo contrario. Hay tanta elaboración en algunas de las coreografías, está todo tan meticulosamente cuidado, que la obra sólo transmite frialdad y, eso sí, asombro por el diseño de luces. Pero no hay alma, es todo gélido, Rafaela lo baila todo demasiado mecánica, sin arte, salvo que ella tenga también su propia idea de lo que es el arte, que será lo más seguro. Las canciones que van a piano las cantó La Tremendita, una cantaora interesante, aunque también resultó poco natural. Antonio Campos y Manuel Gago se ocuparon de las versiones flamencas, con escasa fortuna y nula naturalidad al andar por el escenario. En definitiva, una obra de cierta originalidad coreográfica y de alarde técnico, sobre todo en el complejo diseño de luces, en la que Rafaela Carrasco se reafirma en su estilo, cada vez más alejado del flamenco pero con posibilidades más que aseguradas de encontrar un hueco en otros espacios escénicos, que al fin y al cabo es lo que busca desde hace años la inquieta artista de Tomares.

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