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«Más que de izquierdas o derechas, Sevilla es una ciudad muy apática»

Espacios sociales, territorios, identidades ciudadanas o fiestas populares, a todo esto se dedica este antropólogo de la Pablo de Olavide, director de su Grupo de Intervención Social y Acción Participativa.

el 15 sep 2009 / 21:40 h.

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-Alerta de la pérdida de personalidad. ¿Sevilla se está comiendo a los pueblos de su alrededor?

-Yo creo más bien que todos pierden identidad, Sevilla y el resto del área metropolitana. En Sevilla se están produciendo cambios en la ciudad física pero sobre todo en la social, lo que afecta a la ciudad a las poblaciones del entorno, porque la llegada masiva de gente introduce distorsiones en el funcionamiento de esas localidades y tiene efectos negativos.

-¿Ocurre en toda la ciudad o sólo en el Centro?

-Es curioso, porque hablamos de la ciudad y la idea que todavía tenemos la mayor parte de los sevillanos es el casco antiguo, y tan ciudad es Bellavista como el casco antiguo. Pero sí, es sobre todo en el Centro donde se está produciendo ese proceso de expulsión rápida, con los efectos que eso tiene en cuanto a la identidad de la ciudad y las relaciones de la gente.

-¿Estamos hablando por ejemplo de la Alameda?

-Lo de la Alameda es significativo, es una zona que históricamente ha tenido una diversidad de usos y en la que estaban y participaban grupos y sectores muy diferentes, pero la Alameda de hoy está más orientada y ocupada por determinados sectores y usos de la sociedad sevillana, básicamente el hostelero. ¿Cuánta gente de Los Pajaritos va a La Alameda? Antes, cuando existía un mercadillo, me da la impresión que había más gente de la periferia urbana de la ciudad que iba y usaba la Alameda. Lo mismo ocurrió con el mercado más antiguo de Sevilla, el de animales de la Alfalfa, que se quitó de allí con argumentos de muy poco peso.

-Desde ese punto de vista, ¿el Centro es ahora más clasista?

-Pues creo que sí, es más clasista y sobre todo ha perdido riqueza de usos para dedicarse básicamente al monocultivo turístico y comercial, y también institucional. Ha habido un cambio profundo del tejido social, y los usos sociales de determinados espacios urbanos se han cambiado para adaptarlos a clases sociales con unos estándares de consumo y de vida superiores.

-¿La actuación en la Avenida ha sido más valiente que la de La Alameda?

-Ha implicado mayor compromiso y valentía, pero se ha visto en cierta medida menoscabada por una actuación como el tranvía, que no estoy en contra ni mucho menos, pero se ha hecho de manera excesivamente rápida. Hubiese sido preferible un entorno diáfano y que la opción a este transporte hubiese sido el Metro en subterráneo.

- ¿Quién manda en Sevilla?

-Bueno, creo que el Ayuntamiento manda relativamente, porque como en todas partes el que manda es el dinero. Y si hablamos de sectores concretos son los grupos vinculados al turismo y la hostelería, que son los que más capacidad e influencia tienen. En otra línea seguimos teniendo una influencia importante de las principales hermandades y cofradías, que de manera soterrada, no explícita, tienen una influencia muy notable, y eso se manifiesta hasta en las obras: hay muchas que se eternizan, pero las que tienen que ver con el recorrido de las cofradías son absolutamente sagradas.

-¿Quién tiene más poder, un hermano mayor o un concejal?

-El hermano mayor tiene más poder, poder en el sentido fuerte del término. Un concejal es una pieza de un diseño hecho por un aparato de un partido, en el que se está por fidelidad o subordinación, mientras que en el otro caso es un proceso con el que, a través de redes y mecanismos complejos, se tiene una gran capacidad de influencia y de incidencia en la opinión y la movilización de la gente. Una hermandad tiene un capital que es muy difícil de parar si se usa para determinados intereses.

-Por cierto, ¿Sevilla es de derechas o de izquierdas?

-Lo primero es que hablar hoy ya de derechas o de izquierdas no lo tengo nada claro. Sociológicamente, Sevilla es una ciudad en la que han sido predominantes los planteamientos desde la izquierda, y todavía hoy hay un voto mayoritario que se decanta, aunque sea por poco, por planteamientos de izquierda. Otra cosa es hasta qué punto es izquierda en el sentido profundo del término o si hablamos de algo estético. Eso ha cambiado mucho, entre otras cosas porque mucha población ha tenido que ir saliendo del municipio, ha ido perdiendo peso el voto de izquierdas.

-¿En qué quedamos al final?

-Pues en que no se podría identificar a Sevilla como de izquierdas o de derechas, porque creo que hay una parte importante de sevillanos que pasa, lo que es más grave. Hay un alejamiento y una decepción de la política, sobre todo en la gente joven, la gente no se decanta, no se ve ni representada, ni atraída por ninguno de los discursos. En ese sentido creo que, más que de izquierdas o de derechas, Sevilla es una ciudad muy apática, adormecida desde el punto de vista político. Hasta el movimiento vecinal se ha perdido en buena parte.

-¿A esa pérdida de identidad también ayuda la llegada de inmigrantes? Los rumanos ya son el colectivo más importante, y le resultará evidente que no tienen muy buen cartel.

-Es verdad, es que los rumanos han venido a sustituir en gran medida a los gitanos, y en gran medida también en competencia con ellos. Es un colectivo fácilmente identificable, y en una situación de crisis es fácil que para algunos la opción más a mano sea recurrir a ellos para estigmatizarlos como los malos de la película.

-¿Somos racistas en Sevilla?

-Cualquier ser humano en determinadas circunstancias es racista, nadie puede tirar la piedra y decir que no lo es porque debe encontrarse en situaciones en las que se demuestre que no es racista. Sevilla no es una ciudad afectada significativamente por la inmigración, pero el contexto general de crisis y la falta de perspectivas que sufre ya una parte importante de la población hace que surja el riesgo de buscar en el inmigrante el chivo expiatorio.

-¿Considera que va a peor?

-Espero equivocarme, pero el riesgo de fascismo es evidente, no tanto por el número de inmigrantes sino por los problemas sociales de Sevilla, que se van a agravar en el transcurso de este proceso de crisis que se aventura largo.

-Y encima, con los vaivenes de la mezquita no estamos quedando muy bien como ciudad?

-Ahí hemos fallado todos, la comunidad musulmana, el Consistorio y los vecinos, porque no se ha hecho un trabajo como debería de hacerse, con la participación de la gente desde el principio. Y después se falló con la ubicación en la Cartuja porque no se ha aprendido, pero claro, a los vecinos es más fácil tacharlos de reaccionarios. Tanto rechazo a habido en la Cartuja como en Los Bermejales, pero en Los Bermejales se ha demonizado y en la Cartuja es razonable.

-¿El islam nos incomoda?

-Si se identifica islam con terrorismo, con puesta en peligro del modo de vida occidental, pues a mucha gente le salta la luz roja. Ésta es una espiral que se ha ido de las manos, porque los musulmanes son como todos, buenos y malos. Pero son tan buenos o malos como los mormones, que tienen un templo magnífico que están terminando en San Lázaro y nadie ha puesto el grito en el cielo, y son tan fundamentalistas o más que muchos musulmanes.

-Por cierto, mucha pérdida de identidad pero lo del ombliguismo sigue funcionando, ¿no?

-En cierta medida sí, pero mucha gente está perdiendo eso. Y con todo lo malo que es, el ombliguismo al menos tiene ese elemento de amor propio, de orgullo, eso de esto es lo mejor.

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