Economía

Más vale prevenir, pero sin histerias

Colas en las cajas. Carros llenos. Tarjetas que echan humo. No es la histeria la que mueve al consumidor sevillano, es la típica compra de una mañana de lunes. Foto: José Manuel Cabello.

el 15 sep 2009 / 06:08 h.

Colas en las cajas. Carros llenos. Tarjetas que echan humo. No es la histeria la que mueve al consumidor sevillano, es la típica compra de una mañana de lunes. Las tiendas han llenado sus almacenes para aguantar el tirón y, al menos ayer, salieron bien paradas. Ahora hay que ver cuánto les dura.

En la puerta del supermercado de la Alfalfa sólo hay un indigente que clama por unas monedas. Ni un furgón de descarga, ni un distribuidor esperando. Y eso que son las diez en punto. Dentro, en las cajas, aguardan su turno tres o cuatro personas, no más. Unos con la cesta medio vacía, otros con el carro a rebosar.

"Como cualquier lunes", corrobora Antonio Pedrosa, el encargado. Conforme pasan las horas, la tienda se llena, pero con la clientela habitual, el ritmo habitual, la compra habitual. ¿Es que acaso no se nota aquí que estamos en huelga? "Se notó más el viernes y el sábado. Era como si todo el barrio se fuese a la playa y tuviera que llenar la nevera. Hoy no, hoy esto marcha, pero los días previos esto fue de locos", relata.

Antonio, con orgullo de empresa, explica que los suyos han sido previsores y han metido en el almacén "mercancía equivalente a tres semanas", por lo que afrontan el posible miedo al vacío de los consumidores "con mucha calma". Ayer, por ahora, no era momento de nervios.

Los estantes seguían llenos, no había huecos por ningún lado, y todos quieren confiar en que será así hasta que el conflicto de los transportistas termine. Sin embargo, al mirar el parte de descargas a Antonio se le ensombrece la cara: "Es que hoy no nos han venido más que dos distribuidores... Vamos, que sólo nos han traído pan de molde y bollería... Lo demás lo sacaremos de la reserva", reconoce algo contrariado.

En las tiendas del entorno del Centro se repite la misma escena, una vez tras otra. Movimiento constante pero sin estridencias. Ana Blanco y Rosa Molés, vecinas de Cristo de Burgos, se niegan a hablar de "crisis".

Confían en que, en un país "civilizado" como España, esta huelga no sea más que "una medida de presión que sirva para lograr cosas", sin pasar a mayores. Eso sí, cuando miran sus bolsas y repasan la lista de la compra las dos se dan cuenta de que han cargado de más. "Pues es verdad, será el inconsciente, pero llevo aceite y tengo en casa, llevo más huevos de la cuenta, y también más yogures para los niños. Mira, ya lo iremos gastando", comenta Ana entre risas de sorpresa.

Si la ruta se extiende por las tiendas pequeñas sí que aparecen algunas lagunas. Hay poca agua mineral, el papel higiénico ha volado, la leche escasea, como el aceite y los huevos y los congelados. "Es que no tenemos almacén para guardar mucho y vamos al día. Yo no creo que aguante más allá del miércoles", reconocía Esperanza Roldán en su ultramarinos del entorno de Feria.

Su vecino Rafael Colón la mira y asiente. "Yo puedo tirar hasta el sábado por lo menos, porque un primo me ha dejado una nave y allí tengo de todo. Si no... En este barrio hay mucha gente mayor y suele ser desconfiada y temerosa. Llevo toda la mañana escuchando lamentos", cuenta en el tiempo en que despacha un par de cartones de zumo.

En las tiendas de productos frescos (la carnicería de Lola en la Encarnación, la frutería de José en Águilas), la actividad es la habitual. En las charlas con sus clientes sale el tema de la huelga. Que si es mejor tener conservas en casa. Que si los productos frescos se ponen malos y es como tirar el dinero. Una encuesta rápida deja ver más tranquilidad que angustia entre los parroquianos. Y mucha guasa.

Como la de Enriqueta Casillas, 93 años, con su bolso de cuadros escoceses cargado de nectarinas. "Vamos, voy yo a comer de latas porque hay que prevenir. Ni loca. Ya comí en los malos tiempos después de la guerra. Yo mis verduritas, mis filetitos, mi frutita. Comprada a diario". ¿Y si la crisis sigue? "¡Qué va a seguir! Ya habrá quien lo arregle". "Ojalá, y pronto", le apunta el frutero.

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