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"Me despido, con cervantino agradecimiento, de la vida"

Desenfadada y emocionante presentación en la Feria del Libro de los dos nuevos poemarios de Fernando Ortiz.

el 24 may 2011 / 21:47 h.

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Emoción y buen humor, risas y escalofríos: esos fueron los ingredientes del breve pero intenso recital con el que el poeta Fernando Ortiz (Sevilla, 1947) presentó en la Casa de la Provincia sus dos últimas publicaciones: la antología de autor Poesía de una vida, y el libro que reúne su producción última, Miradas al último espejo (Poesía 2007-2010), ambos publicados por la Diputación hispalense.

"Una mañana, hace un año, fui al médico para recoger unas pruebas rutinarias, y me encontré con el posible y cercano punto final que no ponemos nosotros, que nos lo ponen", recordó el escritor a la hora de explicar el origen de sus últimos poemas, que ven la luz en una cuidada edición con prólogo del también poeta Francisco Brines.


Considerándose a sí mismo un poeta elegíaco , Ortiz citó las hondas palabras del Persiles cervantino -"El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto, llevo la ida sobre el deseo que tengo de vivir (...) Adiós gracias; adiós donaires; adiós, regocijados amigos..."- y recordó cómo "en mi primer libro, titulado Primera despedida, me despedía de mi primera juventud, y en este último, Miradas al último espejo, me despido, con cervantino agradecimiento, de la vida".

No obstante, un poeta de verdad -y pocos en Sevilla han demostrado la vocación, la constancia y la exigencia de Fernando Ortiz- se despiden proclamando que se quedan, es decir, dicen adiós cantando. "Me di cuenta de que me faltaban por decir algunas cosas de la vida, de mis recuerdos, de amigos, de afectos, por lo que estuve más de un mes escribiendo en una libreta que había comprado tiempo atrás", prosiguió Ortiz, para añadir con sorna: "Al médico debo agradecerle que me hiciera esperar varias veces más de dos horas antes de pasarme a la consulta, pues eso me permitía a menudo entrar con el poema terminado", añadió.

Ortiz es definido por el hispanista Jacques Issorel en el prólogo de Poesía de una vida como un autor del que "lo peor que se puede decir es que es un poeta sevillano, andaluz, o sea, regional. Es verdad que en su poesía vibran las médulas de la Ciudad de la Gracia. Lo mismo que Antonio Machado nos hace ver Castilla como nunca la veremos con los ojos abiertos, Fernando nos hace sentir, oler, tocar, vivir Sevilla".

Él, en cambio, prefiere definir su quehacer literario como definió Heidegger la poesía, "como la casa del ser", y destaca la manera en que "en las palabras del verso se entrelazan música, imágenes e ideas que sintetizan nuestra mirada cargada de tiempo", aseveró. Fernando Ortiz regaló anoche a su concurrido público -entre el que no eran minoría los poetas y narradores- poemas dedicados a sus nietos, o a amigos, como el pianista flamenco Pepe Romero.

De su último libro dice Brines que es "un libro de despedida, un libro consciente de la vejez y el final.

Tiempo de cercanía al ocaso y, en él, aceptación de lo vivido". Palabras que se confirman en los versos finales del poema Tabaco y salud, que Ortiz leyó con una sonrisa: "Dicen que estoy enfermo. No se alarme./ Si aguanto por lo menos unos años/ y tengo algo de suerte, igual me curo./ Esto empieza a importarme ya un adarme./ Mi vida tuvo gozos, también daños./ Al fin todos entramos en lo oscuro".

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