Hemos vivido en los últimos días dos partidos que resumen las dos características esenciales por las que amamos este deporte tan maravilloso que se llama fútbol. Por un lado, el Liverpool-Arsenal de Champions dibujó uno de los mejores partidos, en cuanto a juego, emoción y entrega, que se han visto en Europa.
¡Qué maravilla ver a esos jugadores atacando y defendiendo!, pero siempre tocando con criterio y sentido, atacando con fútbol y defendiendo igual. Y por otro, el Getafe-Bayern, que nos devolvió la épica y la ilusión, la capacidad de sorpresa que tiene este deporte, y que hace que el equipo a priori más pequeño sea capaz de plantar cara y derrotar (qué lastima esta vez) al poderoso; al final son 11 contra 11, sin camisetas, nombres ni escudos.
En la Liga vemos cómo equipos considerados humildes, como el propio Getafe, el Racing o el Almería, juegan más que los grandes y están mejor clasificados. Así es el fútbol, y por eso nos gusta tanto. Aunque, cuando llegas a lo más alto, cuando triunfas, cada uno empieza a mirarse el ombligo y se le olvida la grandeza de este deporte.
Casi todo en la vida es cíclico, y más el fútbol. Pero su esencia siempre será maravillosa. Por eso los socios siguen renovando su carnet, los campos se siguen llenando y un país entero estuvo compungido tras la injusta eliminación del Getafe. Pero la final de Copa la ganó el Valencia, y es que era predecible. Así que, a veces, la tan manida frase de que "el fútbol es así" nos duele en el corazón.
A veces nos gustaría que el fútbol respondiera a la lógica, y que hubiese pasado el Getafe, pero entonces no sería fútbol, sería "soccer". Bien haría el Sevilla en recordarlo. Sus mayores logros los ha conseguido jugando al fútbol.
