Resulta soprendente que, habiento tenido el mundo a sus pies, llegara un momento en que la carrera de Harrison Ford tomara unos derroteros que, probablemente, él nunca habría previsto. Tras tocar el cielo del séptimo arte con las tres entregas de La guerra de las galaxias o Indiana Jones, Ford comenzó a querer demostrar que tras los papeles de Han Solo y el profesor arqueólogo se escondía un actor que podía ofrecer muchísimo al mundo del celuloide. Lamentablemente nadie quiso verlo así, y prácticamente desde 1989 (año en el que se estrenaba la tercera entrega de Indiana Jones) ningún filme en el que se haya visto envuelto ha conseguido una taquilla digna; algo que es más que probable que pase con estas Medidas extraordinarias, una cinta que recuerda (demasiado, me atrevería a decir) a aquél Aceite de la vida que protagonizaran Nick Nolte y Susan Sarandon en 1992.
La historia del filme (que se basa en hechos reales) sigue a John Crowley (Fraser), un hombre que ha llegado a saborerar el éxito empresarial proviniendo de la clase obrera.
Apoyado por su esposa y sus tres hijos, el despegue de su camino hacia grandes logros se ve detenido bruscamente cuando se entera de que a sus dos hijos pequeños se les ha diagnosticado una enfermedad genética incurable. Desesperado, John se asociará con un científico brillante pero poco apreciado en los círculos médicos, el Dr. Robert Stonehill (Ford).
Conducidos por diferentes razones ambos fundarán una compañía biotécnica, donde Crowley buscará denodadamente encontrar la cura que salve la vida a los niños mientras que Stonehill, tratará de probarse a si mismo y de esta manera dar validez a sus teorías. n
