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Mel, Rubén y la venganza de Roberto

Pepe Mel continúa empeñado en superar retos que antes siempre fueron inalcanzables para el Betis. Esta vez se propuso eliminar al Zaragoza de la Copa. Y lo logró. El Betis nunca jamás había ganado un partido copero al enemigo maño, pero llegó el técnico madrileño, y Rubén Castro, y los canteranos, y Dorado, y otra barrera histórica cayó.

el 10 nov 2010 / 23:24 h.

Fue el 9 de marzo de 1994. Pepe Mel había dejado el Betis unos meses antes y Rubén Castro tenía doce años y medio, así que estaría en los alevines de la UD Las Palmas. También fue en La Romareda, otro miércoles, con el Betis en Segunda y en otro partido de vuelta de otra eliminatoria de la Copa del Rey. No eran los dieciseisavos, sino la semifinal. Casi había llegado el descuento y el Betis de Lorenzo Serra Ferrer necesitaba marcar para seguir soñando con la final. Y en estas llegó un saque de esquina. Lo lanzó Aquino y por allí irrumpió inmenso, gigante, imparable, Roberto Ríos. Cabezazo a la escuadra. Los gritos de los béticos se escucharon a lo largo y ancho de Sevilla, como aquella otra noche en que Juanito eliminó al Barcelona en el Camp Nou. El milagro, sin embargo, murió en la prórroga. El Zaragoza de Víctor Fernández marcó dos goles y Roberto Ríos y el Betis se quedaron a medio camino de la gesta.

Dieciséis años después, Mel es el entrenador del Betis, Rubén es el delantero y Roberto es el ayudante del técnico. Ya sólo se viste de corto en los entrenamientos y no remata saques de esquina, pero ayer seguramente se acordó de aquella noche en que aún era futbolista y el Zaragoza le estropeó su pequeño sitio en la historia. La vida tardó dieciséis años en servirle la venganza.

Roberto Ríos se sienta ahora al lado de Pepe Mel. La temporada ni siquiera ha alcanzado el primer tercio, pero la labor del míster madrileño es como para hacerle un busto o dedicarle un triángulo en las paredes del estadio. Qué gran conjunto de fútbol está construyendo el antes delantero, y en qué contexto tan complicado. En Zaragoza, sin Emana y ante un adversario de Primera, su Betis volvió a parecer eso mismo, un equipo de la división de honor. Rubén Castro no lo parece, ES un jugador de la máxima categoría. Si no, que venga dios, o Lotina, o quien sea, y lo vea. Y hace dos años estaba en el Huesca. De verdad que el fútbol a veces es incomprensible.

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