El líder de Segunda necesitaba vencer al séptimo de Primera por dos goles de diferencia o marcando tres como mínimo para levantar el 1-2 de la ida y no sólo lo logró, sino que adornó su clasificación para los cuartos de final de la Copa del Rey con un soberano repaso de fútbol, ambición y humildad.
El resultado, además del 1-3 que lo coloca entre los ocho mejores del torneo, es el mejor encuentro que se le recuerda al Betis en muchos años, seguramente desde que ganó una Copa y jugó la Liga de Campeones.
Todo en el Betis funcionó a la perfección. El portero, en las dos ocasiones en que tuvo que intervenir; la defensa, en las pocas veces que los atacantes enemigos pudieron traspasar la barrera formada por Iriney y Beñat; Salva Sevilla y Emana, en sus continuas incursiones en diagonal para conectar con los dos delanteros; la pareja de ataque, majestuosa, digna de cualquier aspirante a pelear por los puestos europeos...
Este grupo es una máquina y al frente hay una especie de Rey Mago llamado Pepe Mel. Con estos hombres, el madrileño reina en Segunda mientras hace magia en la Copa. Ya ha superado cuatro eliminatorias, dos de ellas ante dos Primeras, y ahora le espera el mejor equipo del mundo, el Barcelona. El Betis tiene lo que quería, un taquillazo, y los béticos sienten lo que hace tiempo no sentían: orgullo. Y por qué no, felicidad.
La estelar actuación del Betis en el Coliseum bautizado como otro gran referente de las trece barras, Alfonso Pérez Muñoz, fue un señor homenaje al deporte rey. Desde el minuto uno se adueñó de la pelota y hasta el minuto 94 no la soltó, tuvo catorce ocasiones de gol (y no es una exageración), lanzó quince veces entre los tres palos de Ustari, duplicó el número de remates de su oponente, lanzó diez saques de esquina más...
Y lo que es más importante, marcó tres goles, todos en los 35 últimos minutos, cuando menos tiempo y peor lo tenía, cuando parecía que Ustari no era un portero sino una tapia, cuando Emana ya no estaba en el campo por culpa de su maldito tobillo derecho. Y después de fallar ya un buen número de oportunidades, ni más ni menos que seis en la primera mitad. Pero no había manera. Antes del descanso, el meta local acumulaba ya siete paradas, una barbaridad.
Tras el intermedio podría haber reaccionado el Getafe, que suele jugar muy bien al fútbol, pero el Betis no le dejó. Cogió otra vez la pelota, la trató con exquisito cuidado (qué grandísimo partido de Beñat y Salva, sí señor) y a partir de ahí, a atacar, atacar y atacar. Y cuando Emana se lesionó, a atacar, atacar y atacar.
El 0-0 era inverosímil y al Betis se le iba la eliminatoria porque su principal virtud, la pegada, le fallaba en el día menos adecuado. No podía ser, no era justo. Rubén Castro, quién si no, lo entendió así y una vez más halló el hueco imposible; por allí habilitó a Jorge Molina. Luego fue su turno.
El Betis estaba en cuartos y los béticos no se lo creían. Los jugadores, sí. Se lesionó Dorado, pero entró Arzu y todo continuó igual. Apretó el Getafe y apareció Casto. Y a última hora resurgió Salva y regresó Rubén. Si Mel es el Rey Mago, el canario es la Estrella de la Ilusión: estrella del fútbol e ilusión de los béticos.
El Betis podría haber ganado 1-6 o 1-7, pero pasó de ronda, que era lo fundamental, y se portó como lo que debería ser siempre: un gran equipo de Primera.
1.- Getafe: Ustari; Pablo Pintos, Marcano, Rafa ("Cata" Díaz, min. 57), Miguel Torres; Boateng, Víctor Sánchez; Parejo (Casquero, min.69), Albín, Mosquera (Manu, min. 45); Miku.
3.- Betis: Casto; Isidoro, Miki Roqué, Dorado (Arzu, 62), Nacho; Iriney, Beñat, Salva Sevilla, Emaná (Ezequiel, min. 50); Rubén Castro y Jorge Molina (Israel, min 80).
Goles: 0-1, min. 55: Jorge Molina. 0-2, min. 72: Rubén Castro. 0-3, min. 90: Rubén Castro. 1-3: Casquero, min. 91.
Árbitro: Clos Gómez (Comité Aragonés): Mostró cartulina amarilla a Rafa (min. 15), Boateng (min. 27), Marcano (min.27) y Albín (min. 86) por parte local y a Iriney (min. 27) y Dorado (min. 48) por parte visitante. Expulsó con roja a Miku después del partido.
Incidencias: Partido correspondiente a la vuelta de los octavos de final de la Copa del Rey disputado en el estadio Alfonso Pérez Muñoz ante cerca de 7.000 espectadores.
