La primera víctima de la guerra de Irak fue la verdad. Lo dice, en Redacted, la nueva película de Brian de Palma, un soldado americano, que es testigo obligado de la crueldad injustificable que causa aquella invasión ilegal. Una guerra que fue iniciada con mentiras, con inventos en las Azores sobre inexistentes armas de destrucción masiva. Falsedad que contó con la complicidad de los grandes medios de comunicación de EEUU y muchos del resto del mundo y que ahora, tras cierta autocrítica de los mismos, nos lleva a concluir: la mentira global es posible, pero no dura para siempre.
Recién iniciada esta guerra un colega vaticinó, provocando la duda general, que sería como la de Vietnam para los norteamericanos. La gran fuerza invasora parecía garantizar una victoria rápida. Pero ahora -tras miles y miles de víctimas, muchas de ellas soldados- son muchos en EEUU los que opinan lo mismo que él. Y creen que, como entonces ocurrió, la gente acabará con quienes iniciaron esta absurda contienda, que les cuesta vidas y ha hecho más inseguro al mundo.
Descubrir a los embusteros, defensores de intereses propios por encima de los colectivos, no garantiza justicia pero debe valer para no reincidir. Por ello, hacer memoria es un ejercicio obligado y vale como prueba el juicio del 11-M. Aunque haya quienes se empeñen en versionar los hechos según su conveniencia, la ciudadanía tiene las pruebas de que hubo y hay poderosos y mediáticos cuentistas. Aquí y allá, los tratantes de la verdad seguirán activos, disponen de medios y de Mass Media, y sólo una democracia fuerte podrá contenerlos.
Inés Alba es periodista