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¡Menuda sandía!

Los sevillanos disfrutan todos los años de las sandías más grandes durante el concurso de verano realizado en Los Palacios y Villafranca.

el 18 sep 2009 / 09:16 h.

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En Los Palacios y Villafranca ya no están sólo las sandías más ricas de Sevilla, a decir de muchos, sino que encima también están las más gordas. Sandías enormes, turgentes, literalmente de campeonato. Como muestra, un dato: el fruto ganador en la reciente edición del concurso que este pueblo ha hecho célebre cada mes de agosto ha pesado este año 40 kilos, hiperbólica dimensión que no es, sin embargo, ningún récord en una localidad donde, en 2001, se llegó a los 63 kilos. El artífice, como siempre, un campesino apodado El Platero. Y no acaban ahí las magnificencias de la tierra: el mayor racimo de uvas ha pesado 3,5 kilos.

Para hablar de sandías, nadie en toda la provincia de Sevilla como este hombre apodado El Platero, un agricultor de Los Palacios y Villafranca que lleva ganando concursos de sandías gigantes en su pueblo desde 1992. Doctorado en esta materia con un récord de 63,5 kilos en 2001, la de este año con sólo 40 kilos tiene explicación: “Se me secaron las matas a última hora con una oleada de calor y hubo que arrancarlas”. Así que la romana sorprendió menos que otros años en el concurso que el Ayuntamiento organiza cada año en torno al 5 de agosto, festividad de la patrona, la Virgen de las Nieves.

En la Plaza de España se congregan entendidos y aficionados a estos frutos que han dado celebridad a este municipio marismeño rayano con la campiña. Estas sandías, tan pesadas como personas, tienen en Juan Rodríguez García, El Platero, a su sumo sacerdote, aunque hay otros muchos agricultores del lugar intentando desbancarlo como él hiciera hace años con su colega José Orta, que daba con sus impresionantes sandías el interés de una auténtica competición en el pueblo. Las sandías de El Platero, ahora que Orta no participa, se llevan de calle a todas las demás. Tanto las negras como las rayadas.

El secreto está, según revela El Platero, en la simiente, que guarda de un año para otro y que reproduce cada mes de agosto estos frutos que pueden adquirirse en Los Palacios como trofeos surgidos del campo. También está la ciencia campesina que Juan perfecciona cada año. Cuando la sandía crece en un punto, sus raíces pueden extenderse como sierpes vivas hasta decenas de metros más allá, subterránea y misteriosamente.

Una de estas sandías, dignas de un ogro mitológico, alimentó hace unos años a todos los feriantes del pueblo. El Platero se decidió a abrirla antes de la actuación de un artista en la caseta municipal y se cortaron cientos de calas hasta que se saciaron los presentes. “Hasta sobró sandía”, recuerda orgulloso Juan, como si hubiese asistido al milagro evangélico de los panes y los peces. En su casa cuelgan los testimonios de estas gestas en forma de trofeos: copas, diplomas, placas, platos, cerámicas de tantos años cosechando premios. Su mujer se muestra igualmente orgullosa, pero pone una pega: “Lo malo es cuando vamos a pintar las habitaciones, que es muy entretenido”. El Platero dejará el legado de su conocimiento a sus hijos, entusiastas también de la crianza de estas sandías que estos días se venden en la cooperativa Nuestra Señora de Las Nieves a unos 25 euros. Gentes de toda Sevilla aterrizan por Los Palacios y Villafranca para llevárselas.

La singularidad de los frutos de este pueblo no termina en la sandía, sino que continúa con sus tomates, en busca de una indicación geográfica protegida o de una denominación de origen, y con su uva, que es también materia de certamen estos días. El racimo ganador en el concurso del pasado martes pesó 3,5 kilos y es propiedad de Sebastián Gómez Falcón, que también ganó el año pasado. En esta modalidad, donde también participaron otros agricultores o propietarios como la gente de Santiago Amador o Plácido Pazo, se han llegado a conseguir racimos de uva emparrada que han superado los 5 kilos de peso; un hito en la vid palaciega. Los ganadores, Juan y Sebastián, que se han llevado sendos diplomas y esperan que sus frutos no se les pudran antes de final de mes, cuando la cooperativa organiza otro de estos certámenes por su cuenta. Hasta entonces, nadie los probará.


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