Siempre he estado enfadado con Sevilla, me gusta tanto como poco la soporto a veces", dijo ayer el director de cine Alberto Rodríguez en el marco de los encuentros que la iniciativa Sevilla Abierta lleva a cabo en la Escuela de Organización Industrial. El realizador, que recientemente ha llevado a los Premios Goya su película Grupo 7, reconoció que esa relación de "amor y odio" con su ciudad tenía que transmitirse necesariamente a la pantalla.
"La gente no pasa su vida en esa ciudad de postal que los turistas creen, la Sevilla de mis filmes es la Sevilla donde vive la gente", puntualizó. Sin embargo, Rodríguez no planteó ayer su intervención como un debate estético alrededor de su obra, sino sobre su capacidad de innovar y crear en "una ciudad difícil y tradicional como esta".
En ese sentido recordó la preparación de su asalto a los fotogramas, en la retaguardia del bar Las Columnas de la Alameda de Hércules, "donde un puñado de realizadores nos juntamos para hacer otros tantos cortometrajes en los que reivindicar la creación cinematográfica andaluza". Aquellas primeras píldoras de celuloide sacudieron la consciencia de los políticos y "conseguimos que llegaran las primeras ayudas públicas en un momento en el que, prácticamente, no había nada".
Luego vendría El factor Pilgrim, esa cinta revelación que Rodríguez filmó parcialmente en Londres poniendo sobre la mesa 24.000 euros ahorrados gracias a su quehacer en la televisión. "Llegué a Inglaterra sin hablar inglés y nos pasamos casi tres años hasta que pudimos acabar la película", rememoró ayer. Luego acaeció una mención especial en el Festival de Cine de San Sebastián. Y de ahí una concatenación de filmes de éxito: El traje, 7 vírgenes y After.
"Hoy puedo decir que estoy abrumado, en dos días me otorgan la Medalla de Andalucía y entiendo que no es una distinción exclusivamente a mi persona, sino que es extensible al conjunto de gentes del cine que creamos desde el Sur", concluyó citando entre ellos a colegas como Benito Zambrano y Santi Amodeo.
Junto a él también estuvo en la mesa Pablo Sendra, un joven arquitecto que, tras su experiencia en Shangai, importó a Sevilla la denominada Pecha Kucha Night, una reunión anual de gente con ideas dispuestas a compartirlas ante el público y responsable del estudio de arquitectura y espacio multidisciplinar Lugadero.
Alfredo Grande, por su lado, explicó cómo desde Sevilla ha ido dando forma, junto a especialistas internacionales, a la Sociedad Española de Arqueología Virtual. Y, finalmente, la brasileña Ángela Paschoeto, directora de la Fundación Sevilla Acoge, recordó cómo al llegar hace 20 años escuchó que "aquí viven sevillanos, moros, negros y sudacas". Fue entonces cuando decidió dedicar sus esfuerzos a erradicar tópicos porque, como ella contestaba: "Yo no soy nada de eso, sólo Ángela".
