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Micropolítica sin micropolítica

A falta de grandes logros y dinero para alcanzarlos, Zoido desgrana asuntos de gobernanza cotidiana. El problema es que baches y descontento ciudadano están a la orden del día.

el 22 may 2013 / 01:00 h.

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En el peculiar turno de preguntas de ayer, en un Salón Colón repleto de concejales y altos cargos donde la prensa era minoría, una periodista le dijo a Zoido que había estado entrevistando a sevillanos a pie de calle y todos coincidían en estar hartos de esa práctica política de achacar a otro partido u otra administración la responsabilidad por los problemas que no podían solventar. Le preguntó si pensaba que eso podía ser causa del desapego por la política, de la desesperanza ciudadana. El alcalde espetó: “Yo tampoco lo entiendo”... y acabó cuestionando a la Junta, criticando las trabas a sus proyectos, enumerando los asuntos en los que colisionan las administraciones y que paralizan algunos de los proyectos que Zoido dijo que desbloquearía en cuanto llegase a la Alcaldía.  El alcalde muestra el dossier repartido ayer con su balance de los dos años de mandato. El alcalde muestra el dossier repartido ayer con su balance de los dos años de mandato. El ejemplo refleja el perfil del balance que realizó Zoido: un discurso complaciente con lo hecho, pero más centrado aún en atribuir los incumplimientos a la herencia recibida y a la Junta. Un balance político. El discurso duró una hora pero podría haberse resumido en una frase: mucho hemos hecho para lo difícil que nos lo ponen. Como si al ciudadano eso le consolase. Del candidato que iba mirando baches por la calle al alcalde que hizo balance mirando de reojo a su oposición política hay un trecho. Las esquilmadas arcas municipales no están para financiar grandes iniciativas –ni en Sevilla ni en ningún lado, lo que resta fuerza a los dardos de Zoido contra PSOE e IU–, por lo que los proyectos atascados se acumulan: el futuro de la Alameda y la Gavidia, Ikea, las empresas que se van de Sevilla... Pero el alcalde tampoco puede vender que la ciudad funciona como un reloj suizo, esa micropolítica que le recomendó su antecesora Soledad Becerril cuando vio que se acercaban las vacas flacas, la que parecía su gran baza cuando era candidato y se mofaba de que no se tapase un bache en dos semanas, y que aún le echan en cara en el Parlamento cuando cuestionan su talla política. A mitad de mandato, Zoido se encuentra sin un proyecto estrella que lucir y sin haber logrado engrasar tampoco la maquinaria de esa micropolítica, lo que suscita cada vez más quejas de entidades sociales que se sienten defraudadas. Con ese panorama, al discurso del alcalde le faltó algo de autocrítica, que ni siquiera realizó a preguntas de la prensa. Si el ciudadano que por la mañana se quejaba de cómo los políticos se escurren a la hora de explicar por qué no solucionan los problemas de la gente hubiera escuchado el discurso, hubiera coincidido con el alcalde... No hubiera entendido nada.

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