El gran protagonista de la ceremonia de entrega de los Giraldillos de la Bienal 2008, que tuvo lugar ayer en el Teatro Lope de Vega, fue sin lugar a dudas el gran ausente, Mario Maya: casi no hubo galardonado que no le dedicara su premio en una noche de sonrisas y lágrimas.
Acaso un maestro -un maestro de veras, más allá de los cumplidos- sea eso: aquel que ya no necesita ganar premios, sencillamente porque todos los ganadores son sus alumnos. Desde el primero hasta el último de los artistas que subieron a recoger su flamenquísima estatuilla tuvieron palabras de gratitud para Mario Maya, a cuya memoria se dedicó el espectáculo de la noche.
Emocionante fue la ovación que, tras Choni y Marco & Chloe, recibió el veterano guitarrista Rafael Rodríguez, Cabeza, quien recordó que Maya fue el primer artista al que tuvo la suerte de acompañar. Y sucesivamente fueron acordándose del maestro cordobés Rafaela Carrasco, Rocío Molina, María Pagés...
Emocionante, también, la intervención de Manolo Sanlúcar, que no se olvidó de su gran amigo bailaor, ni de su hijo fallecido, "que hoy mismo cumple 36 años, pero que está ocupando su morada en el universo, donde nos espera".
Israel Galván confesó que "por Mario soy bailaor", y Esperanza Fernández se arrancó en una lancinante Nana del Amargo en la que el patio de butacas hizo de apuntador -"Día 27 de agosto..."- cuando la emoción traicionó la memoria de la cantaora.
Tampoco faltaron las gratitudes para otra gran maestra, Matilde Coral, que protagonizó el último momento proclive a las lágrimas de la gala, al salir a recoger el premio al Momento mágico de la Bienal por la soleá final del montaje Tórtola Valencia. Isabel Bayón, alumna aventajada, confesó que "uno de mis grandes deseos era reencontrarme con ella en el escenario", en tanto Miguel Poveda, la voz de aquel memorable número, se mostró "feliz de haber vivido el momento más mágico de mi carrera".
Pero también hubo momentos para la risa sana y el chispazo de la guasa. Los presentadores de la gala, Paz de Alarcón y Teo Sánchez, pidieron -en alusión a una reciente polémica taurina- que si algún giraldillo de ediciones anteriores no estaba de acuerdo con los que iban a entregarse anoche, por favor se abstuviera de devolver su premio.
Sembrado estuvo Manolo Sanlucar cuando, tras ser definido como "un monstruo", protestó con desenfado aseverando que "los hay más feos que yo". Sembrado, sin duda, Israel Galván, que empezó avisando de que "hablo regular, ¿eh?", y recordó que sus padres siempre se empeñaron en que fuera bailaor, cuando él iba para futbolista. Los progenitores se salieron con la suya, si bien "el bailaor les ha salido un poco raro", apostilló.
Hilarante fue también el lapsus del director general de la RTVA, Pablo Carrasco, que al anunciar el premio para el guitarrista Juan Carlos Romero dijo "entrego este Gallardón..." por el más correcto y menos politizado galardón.
Como en la esencia misma del arte jondo, la tragedia y la alegría, el escalofrío y el éxtasis, se entreveraron en la gran noche de premiados de la Bienal de Flamenco de Sevilla.