Una protectora “para los que sufren”

Miles de nazarenos se vuelcan con la peregrinación extraordinaria de la Virgen de Valme, que es ensalzada por Asenjo como un baluarte para hacer frente a la crisis económica.

Peregrinación de la Virgen de Valme en el 40 aniversario de su coronación canónica. / J.M. Paisano (ATESE) Peregrinación de la Virgen de Valme . / J.M. Paisano (ATESE) Una marea humana descendía a toda prisa por la cuesta del inglés. “¿A qué viene tanta prisa?”, preguntaba alegremente una de las mujeres que habían adelantado a la cruz de guía que precedía al cortejo oficial. “Hay que llegar a las nueve en punto al cortijo de Cuarto, que lo dice Asenjo”, le decía su compañera de caminata, sin parar el ritmo de corneta impuesto después de que la Virgen de Valme se hubiese distraído por las calles de Dos Hermanas, cuando aún era noche cerrada, en el inicio de la celebración por los 40 años de su coronación. La sensación inicial era de bullicio. No en vano, cuando la talla arribó a la urbanización El Cantero, el inicio de la peregrinación había rebasado el canal de los presos. “Hay más gente que en la romería”, aseguraba con cierta osadía Sagrario Díaz, vecina de esa zona, que partía de una lógica aplastante: en la romería no todo el mundo acompaña a la imagen, sino que acude al entorno de la ermita, se suma a mitad de camino o está dentro de las carretas. Pero esta vez, el que acudió lo hizo a pie, salvo la excepción de un carro tirado por un burro que se coló, aunque ya de regreso. Otro cantar es que se llegara a los 200.000 fieles que se reúnen cada tercer domingo de octubre. Marca que no era precisamente el objetivo. Sí hubo más gente que en la peregrinación extraordinaria de 2006, aunque nadie atinó a marcar una cifra que contentara a todo el mundo. La Policía Local calculó 2.000 asistentes, los más devotos tiraban por alto –más de 7.500– y el hermano mayor, Francisco García, se quedó a medio camino: más de 3.000 peregrinos. Todos llegaron con puntualidad británica a cortijo de Cuarto. La Virgen de Valme, portada en andas –y no en carreta tirada por bueyes como en la romería–, presidió un altar color rojo con una enorme corona de remate que se preparó para la ocasión en frente de la ermita. Alrededor, un improvisado anfiteatro de sillas de madera colocadas sobre todo para los mayores, algunos de los cuales fueron en autobuses fletados desde Dos Hermanas hasta Bellavista. Peregrinación de la Virgen de Valme en el 40 aniversario de su coronación canónica. / J.M. Paisano (ATESE) Un altar recibió la imagen de la protectora de Dos Hermnas (J.M. Paisano / ATESE) Con todo dispuesto, se ofició una misa que arrancó con sones aportados por el coro de la hermandad, con un estribillo que no podía faltar: “Váleme, señora, váleme”. La misma frase que invocó el rey Fernando III antes de conquistar la ciudad (en los relatos de Diego Ortiz de Zúñiga). Los cantes intercalaban la misa. Si el 23 de junio de 1973 fue el arzobispo y cardenal Bueno Monreal el que le puso la corona a la Virgen de Valme, esta vez fue otro arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, el que renovó sus votos como “modelo arquetípico de fe” y como “protectora” de los nazarenos, con una encomienda especial hacia “todos los que sufren la crisis y han perdido el trabajo, la casa y hasta la esperanza, que es lo último que se pierde”. Salvo un pequeño lapsus del arzobispo –al que se le escapó un “patrona de Dos Hermanas”, distinción que le corresponde a Santa Ana–, su homilía estuvo trufada de alusiones a la “pasión” que despierta entre los nazarenos la Virgen de Valme. Eso sí, no obvió en su intervención que era una misa incluida en los actos con motivo del Año de la Fe. Por eso, no vaciló al afirmar que en España hay “un eclipse de Dios”. “Viven como si Dios no existiera, ocupando el último lugar en la escala de valores frente al consumo y el placer de sucedáneos de Dios como la ecología, el deporte o el culto al cuerpo”, indicó Asenjo, que aportó un dato de la crisis en la curia: en Sevilla se han jubilado ocho sacerdotes de más de 80 años y sólo entran seis. “La Iglesia necesita sacerdotes santos”, rogó a la feligresía. En ese momento, y aun siendo mañana temprana, el sol empezó a picar. Afloraron los abanicos e incluso algunos paraguas para parar la tormenta en forma de sopor. Y hasta, ya acabada la misa, hubo una miniperegrinación hacia la ambulancia de la Cruz Roja, que había sido previsora y estaba cargada hasta arriba de tetra brick de agua de Emasesa. Aunque no fue el único. Los fieles de Valme no dudaron en llevarse hasta el entorno de la ermita su desayuno: bocatas, donuts y refrescos. A las 11.05 horas, la Virgen de Valme, que estrenaba un manto de raso bordado en plata con estrellas que reproducía un antiguo sobremanto del XIX, inició el camino de regreso. No sin antes recibir los últimos cánticos en la ermita. Ya fuera, la marea humana iba menguando –demasiado calor, lo que hizo que algunos, los menos, optaran por coger el Cercanías–. Pero fue llegar a Dos Hermanas y volver a ver las calles engalanadas, el gentío y enormes petaladas, como la que le brindó el coro de la hermandad en la calle Real, poco antes de refugiarse en su templo.

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