Un profesor en bata, mendrugos de pan en el bolsillo y unos hombrecillos correteando encima de la mesa de su despacho. Con esta escena da comienzo la nueva novela de Juan José Millás, Lo que sé de los hombrecillos (Seix Barral), que fue presentada ayer en la Biblioteca Pública Infanta Elena.
Un viaje por la fantasía, la dualidad del ser humano y el mundo visto desde perspectivas casi imposibles para el hombre (que no hombrecillo).
Una vez más, el escritor y articulista se ha centrado en el terreno de la fantasía, que confiesa que le apasiona. Este género ya ha sido cultivado por Millás en otros títulos como No mires debajo de la cama; Tonto, muerto, bastardo e invisible o El orden alfabético. Pero, a diferencia de las demás, en esta novela el autor ha querido mostrar lo fantástico dentro de lo cotidiano. "Aquí es la realidad la que interviene en lo fantástico", explica al respecto.
Aunque el título, unido a la ilustración de la portada, puedan ser explícitos, la nueva obra del premio Planeta por El mundo trata "sobre un hombre que ve hombrecillos" como consecuencia de un delirio, pero mostrado con "técnicas de la novela realista", algo que para Millás posee una gran "eficacia narrativa".
Lo que sé de los hombrecillos narra la vida de un profesor universitario que escribe artículos de economía para un periódico (guiño autobiográfico). "No hay nada más normal que el mundo académico", añade en este sentido. Desde el primer momento, el relato hace un pacto con el lector, mostrando a los hombrecillos que el narrador y protagonista ve con total naturalidad. Uno de estos seres, creados a su imagen y semejanza, le aislará de la realidad abriendo paso a su libertad personal y satisfaciendo sus deseos más reprimidos.
"Los seres humanos tendemos a trazar fronteras muy sólidas entre territorios que no están tan separados", comenta poniendo como ejemplo el sueño y la vigilia, la noche y el día, el delirio y la realidad, presentes durante todo el libro. "Los solemos manejar como si pertenecieran a departamentos estancos", pero asegura que al mezclarlos en esta novela ha comprendido que "esas fronteras sirven para tranquilizarnos, porque nos inquieta mucho que el delirio forme parte de la realidad".
Haciendo referencia a la inestable economía, el personaje que ha perfilado Juan José Millás en su última obra "está obsesionado con llevar al mundo de la economía aspectos que extrae del mundo de la biología", pero en ese intento admite que el narrador fracasa al "encontrarse con las emociones".
"El comportamiento de la Bolsa no se rige por mecanismos racionales, sino por otros emocionales", una afirmación que desconcierta al protagonista ante todo su mundo normalizado y académico.
Otro recurso sobre el que el autor de El desorden de tu nombre ha incidido ha sido sobre la dualidad y el desdoblamiento de la personalidad. "Todos tenemos un doble, malvado o no, que está en el subconsciente", afirma. Un subconsciente cargado de deseos que tratamos de frenar y a los que apenas prestamos atención. "La vida cotidiana es muy delirante, el problema es que ese delirio te arrastre", manifestó aliviado por el hecho de que el ser humano tiene "límites morales que nos impiden traspasar unas determinadas fronteras".
Como ejemplo de ese delirio con el que juega durante toda la obra, el escritor habla de la guerra de Irak como "producto de un delirio colectivo".
Sobre la reacción del lector ante tal relato de fantasía, confía plenamente en que la lógica interna de la historia "permite la aparición de lo maravilloso", asegurando que ver hombrecillos no es tan raro cuando "hay gente que ve subsecretarios". Defiende que si su obra es "creíble o verosímil" no es por su trayectoria sino porque "una novela tiene que defenderse por sí sola".
Contrario a la lectura condicionada por un autor de renombre, afirma que "la condición perfecta para el escritor es la de estar muerto". Considera a los autores vivos "un estorbo para el mundo académico y para el lector". "Con un autor del siglo XIX no te planteas si fue buena o mala persona, te enfrentas al libro, nada más", valora.
Como recurso imperante en las novelas de Millás, el sello autobiográfico se ha vuelto a plasmar en su obra sobre los hombrecillos. Además de escribir para un periódico, el protagonista tiene en un momento determinado de la historia problemas pronunciando la letra erre.
Aunque el Premio Nacional de Narrativa defiende que sus problemas de pronunciación son con la letra ele, confirma esta relación: "Esta novela es muy autobiográfica, pero no menos que el resto". En su opinión, "las novelas que más alejadas están de nosotros en su literalidad son las más autobiográficas".
El psicoanálisis también tiene su espacio en una obra llena de desdoblamientos del protagonista y ausencia de fronteras entre el sueño y la vigilia o la realidad y el delirio. Los hombrecillos de Millás vienen enfundados en sus trajes y sombreros grises, al más puro estilo de los años 50, para satisfacer nuestros más ocultos deseos, representando ese lado "al que nos asomamos poco".