En Los Bermejales no, porque podía herir la sensibilidad de unos inquilinos con los sentimientos religiosos demasiado a ras de piel: fíjate tú que una se pone a rezar el rosario y de pronto es interrumpida por un señor extraño que llama a gritos a la oración desde lo alto de una torreta. Pero ahora resulta que en La Cartuja tampoco, porque, sin que sepamos muy bien por qué, Alá no anda en relaciones fluidas con el mundo de la empresa. En fin, que si unos y que si otros y la casa sin barrer. La mezquita se pospone indefinidamente y los pobres musulmanes sevillanos van a tener que colocar su estera debajo del puente, si les dejan.
Luis Manuel Ruiz